LA CERA QUE ARDE

Estamos aparcando

Existe un desaforado culto al cuerpo y se puede comprobar en aparcamientos de un gimnasio

Fachada del Conservatorio Rafael Orozco en el centro de Córdoba RAFAEL CARMONA
Rafael González

Esta funcionalidad es sólo para registrados

La señora tarda en bajarse del vehículo aunque lo hace apresuradamente. Es que es una señora tamaño XXL a pesar de su juventud, lo que nos da una idea de abuso de carbohidratos, Facebook en sofá y productos elaborados de oferta. Accede al exterior por partes, pues. No habla mucho o casi nada porque sólo pega voces, a mí en particular y a toda Córdoba, o por lo menos a la Córdoba que hemos tenido la mala suerte de coincidir detrás de ella y su marido y sus niños y sus mochilas y su Citroën Xara. Su discurso también nos permite adivinar excesos de azúcar en la dieta, grupos de whatsapp sobre la cama y escasos libros leídos. Me permito este ejercicio no por prejuicios sino porque soy fan de Sherlock Holmes y me encanta el arte de la deducción.

«¿Es que no ves que estamos aparcando?» , me grita la señora, lo que en realidad quiere decir «¿no ves que estamos solos en el universo, tenemos derecho a aparcar y nos importa un cipote la cola que llevamos formando desde hace 20 minutos?». Me permito emplear la palabra «cipote» no por epatar, sino porque esta es una breve crónica de carácter cordobés. La cola ha empezado a la altura del Conservatorio , lugar donde los padres dejan a sus pupilos en coche justo hasta la sala de atriles y afinación. Ya por ahí vemos la sobreprotección que los músicos tienen desde pequeños, comparable con el resto de alumnos de enseñanzas regladas, cuyos progenitores meten el coche hasta en la sala de profesores para recogerlos. Ya me hice cargo hace unas semanas aquí mismo de esa curiosa retención automovilística que se ve agravada con la proximidad de otro colegio y sobre todo de un gimnasio con parking . En esa confluencia cósmica pude comprobar la cantidad de gente que va al gimnasio en coche, lo cual no deja de ser una de las contradicciones más llamativas de nuestro siglo.

Existe un desaforado culto al cuerpo y se puede comprobar en aparcamientos como el de ese gimnasio. En todos los sentidos, porque en muchos casos se busca el cuerpo del monitor tan mono o la cuerpa de la compañera de spinning. Se puede hacer deporte en solitario y de manera barata, pero entonces no socializas. Así que ahí estaba yo, entre los padres del Conservatorio, los tronistas del zumba y esa señora que no encajaba muy bien en ninguno de esos microcosmos pero que estaba aparcando. Doscientos metros más o menos para su parking. Doble fila mientras sale otro o no. La cola llegaba a la bandera española del vial. Están aparcando . Tienen derecho. Siempre lo tienen.

Van a hacer deporte, que es muy sano. O a formar a futuros músicos, que también lo es. De ahí que maten por un aparcamiento. Solo ellos aparcan. Hasta que llega el desaborido de turno que les hace una pequeña observación sobre el uso y abuso de la calzada, el tiempo y el espacio. Y nos gritan eso de «¿no ves que estamos aparcando?». Y después c omparten memes solidarios sobre los migrantes con su enorme culo sobre el sofá.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación