Desde mi rincón

¿Entrar en política?

No entiendo por qué los dirigentes no acometen la regeneración que les pide la sociedad. Al final se la harán desde fuera, y será una revolución

Urnas durante unas elecciones al Congreso y al Senado ARCHIVO
José Luque

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Recientemente un buen amigo, enjuiciando la opinión que sobre temas políticos expongo en estas columnas, me advirtió del peligro de caer en un trastorno obsesivo compulsivo. Recomendándome abandonar la crítica política y presentarme a las elecciones. Valorando mucho su opinión, no dudé en resolver que bastantes problemas hay en la vida como para meterme donde no me sentiría libre. Mejor seguir participando como lo vengo haciendo. Dicho esto y con la brevedad que impone la columna justifico mi decisión.

Hace años los españoles nos dotamos de un sistema de convivencia, la democracia , que con luces y sombras es el menos malo de los sistemas conocidos. Y de una Constitución que establece que los partidos políticos «son instrumento fundamental para la participación política». Añadiría que también son imprescindibles para que la voluntad popular se manifieste en libertad. Pues siento mucho decir, no sé si solo o acompañado, que los partidos políticos se han convertido en un gran problema para la democracia. No han sabido canalizar la opinión de los ciudadanos. Sus responsables se han limitado, y con muchas salvedades, a oír a sus militantes. Han incumplido por sistema las promesas electorales, engañando a quienes se ven obligados a participar, exclusivamente, votando cada cuatro años unas listas cerradas.

Los ciudadanos tenemos razones para pensar que en la vida de los partidos prima el amiguismo , la mediocridad, el servilismo y el no dar problemas, más que la honradez, la excelencia y la libertad. La ausencia de control ha originado que no pocas manzanas podridas hayan entrado en los partidos, corrompiendo el prestigio al que están obligados en democracia. Es cierto que en los partidos hay personas honradas. ¡Nadie lo duda! Pero no comprendemos cómo esas personas no obligan a hacer la regeneración que la sociedad les viene reclamando desde hace tiempo. Tal vez sea porque la mayoría de militantes han entrado buscando la manera de alcanzar metas económicas que nunca conseguirían alcanzar fuera, y les repugna cualquier cambio.

Comprenderán mis lectores que hay muchas razones para decir que fuera de los partidos uno se siente más libre. Pero eso no impide participar en la vida de la ciudad opinando razonadamente sobre aquellos asuntos que pueden interesar a los lectores, sin pedir nada a cambio. Eso es lo que hago desde hace tiempo y lo que seguiré haciendo mientras me lo permita un medio como ABC que nunca ha limitado ni condicionado mi libertad.

Los responsables de los partidos deberían saber que si la necesaria regeneración del sistema no se acomete desde dentro, se la van a hacer desde fuera . Pero estas últimas regeneraciones van a ser revoluciones que, como dijo Aristóteles, siempre serán obra de demagogos.

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