Testimonios

Después de la fama: así pasa la gloria del deporte para cordobeses que estuvieron en la elite

Cuatro deportistas de Córdoba narran su experiencia para adaptarse a la vida cotidiana tras competir en la élite mundial

José Luis Navarro, en un gimnasio Valerio Merino

Rafael Verdú

Hace una década, las redes sociales popularizaron esta frase: «Soy español, ¿a qué quieres que te gane?» . La chulería, impropia de un país más dado a la resignación y el cilicio, no estaba exenta de razón. Por entonces, los deportistas españoles , tanto en disciplinas individuales como de equipo, sorprendían al mundo con oros y podios. Fútbol, baloncesto, tenis, automovilismo, atletismo... Ninguna práctica escapaba a la «furia española». Y como no podía ser menos, aquella hornada de geniales deportistas, que comenzó a fraguarse al amparo de Barcelona 92 , dejó su huella también en Córdoba.

Tras la gloria y el éxito, todos los deportistas tienen que adaptarse, cada cual a su manera, a la vida de diario , fuera de la atención mediática. En el caso de los deportes minoritarios, con pocos patrocinadores y que sólo salen en la tele en las Olimpiadas y poco más, un atleta de élite puede vivir de su actividad mientras compite. ¿Y después? «Búscate la vida» . Así se podrían resumir las opiniones de los cuatro deportistas de alta competición contactados por ABC, todos ellos de Córdoba.

No existen ayudas ni patrocinios de ningún tipo, y ni siquiera apoyo institucional, para los deportistas que dejan la competición. En eso coinciden todos. Y ninguno de ellos ha ganado cifras desorbitantes como ocurre en el fútbol, el tenis o los deportes de motor. Han tenido que ponerse a estudiar o a buscar trabajo como cualquier hijo de vecino, con la salvedad de que ellos se incorporan al mercado laboral mucho más tarde, y no siempre con fortuna. Como mucho, reciben algún pequeño homenaje , quizás con el tiempo se rotule una calle con sus nombres. Los triunfos son efímeros, y ellos lo saben. Como reza el adagio latino, «sic transit gloria mundi» . Así pasa la gloria del mundo. Estas son sus historias:

Belén Recio Álvaro Carmona

Belén Recio, velocista

Desde el tartán de las pistas de atletismo, Belén Recio (1980) dio el salto al mundo empresarial. Hoy regenta una clínica ( Quirosur , en Ciudad Jardín) y posee su propia marca para entrenamientos, que incluye preparación física y quiromasajes. Está contenta con su nueva vida, a la que llegó tras haber sido diez veces campeona de España de pruebas de velocidad (100 y 200 metros). «He tenido suerte y me va bien. Para eso mi trayectoria deportiva ha sido fundamental, porque la gente me conoce y sigo relacionada con el deporte».

La velocista asegura que el cambio de vida no le supuso excesivos problemas, puesto que «lo decidí rápidamente» . En la práctica, el tránsito le supuso «dejar de entrenar a diario. Ahora ya no vivo solo para cuidarme al 100%».

Pese a todo, eso no anula las críticas de la deportista, generalizadas en todos los ámbitos, ante la falta de apoyo institucional o económico una vez que se abandona la alta competición.

Rafael Muñoz, nadador

Rafa Muñoz ABC

Rafael Muñoz tocó la gloria con la mano muchas veces. Entre 2008 y 2010 obtuvo varios podios en campeonatos de Europa de natación, siempre con el estilo mariposa . También dos bronces (en 50 y 100 metros) en el Mundial de Roma de 2009. Pero sobre todo, se recuerda su carrera en Málaga el 4 de abril de 2009. Allí pulverizó el récord del mundo de los 50 metros mariposa, arañándole medio segundo a la anterior marca. Los 22,43 segundos que tardó en hacer un largo a brazadas no fueron rebajados hasta el año pasado, casi una década después del registro de este extraordinario nadador cordobés.

Rafa Muñoz tenía entonces 21 años y residía en la élite de la natación mundial. Poco tiempo después, el nadador ya era «viejo», aunque parezca mentira. «Ya no podía entrenar bien, porque en España con 27 o 28 años ya eres viejo para este deporte. En otros países como en Francia, se sigue compitiendo hasta los 35 años, pero aquí se confía menos en los deportistas». Así que Muñoz recogió la toalla -tirarla es un símil del boxeo- y salió de la piscina. Hoy trabaja en una multinacional del deporte en Barcelona y, aunque practica deporte -«es un droga», asegura-, sólo se sumerge para hacer pesca submarina.

«Cuando estás en la burbuja , todos te ayudan y las entidades privadas se lucran contigo. Pero después no representas a nadie, sólo a ti mismo», afirma con un poso de amargura. Los deportistas de élite , sostiene, «no queremos ningún favoritismo, pero ya que hemos representado a nuestro país, qué menos que haya algo de apoyo» cuando acaba la carrera. Muñoz lanza una pregunta al aire: «¿Quién mejor que nosotros para ayudar a otros deportistas que empiezan?».

Lourdes Mohedano Álvaro Carmona

Lourdes Mohedano, gimnasta

La gimnasta Lourdes Mohedano habla de sí misma en primera persona del plural. Un ejemplo: «Dejamos la gimnasia en 2017, hicimos alguna exhibición tras los juegos de Río -allí consiguió la plata olímpica- pero ya bajamos el ritmo». No es un plural mayestático ni mucho menos un signo de arrogancia. Lo hace así porque la gimnasia rítmica es un deporte de equipo que une a jóvenes, o más bien niñas, desde la infancia. Porque esta disciplina no sólo es durísima, sino que exige una flexibilidad que se pierde rápidamente con la edad. Con tan sólo 22 años, Lourdes Mohedano dejó la competición de élite . Y para entonces ya estaba operada. «Todas -se refiere al equipo español que participó en las Olimpiadas de 2016- estábamos machacadas, todas operadas, con lesiones… Y ya llevábamos muchos años en la alta competición y eso pasa factura, el cuerpo necesita descanso».

Lourdes Mohedano aún es joven y se dedica a -casi- lo mismo que los jóvenes de su edad. Está estudiando Interpretación (confiesa que le gustaría ser actriz, pero aún no tiene ningún papel a la vista) y ya ha hecho un máster de gestión deportiva. De cuando en cuando hace un pase de modelos. Sigue vinculada a la gimnasia como juez o impartiendo clases magistrales y le gustaría mantener la relación con el gimnasio donde empezó a practicar con tan sólo cinco años. Su tránsito desde la élite no fue fácil: «Notas que te quedas un poco sola, nadie te facilita nada. Eso debería de cambiar. Es muy duro pasar de un sitio a otro ».

José Luis Navarro

José Luis Navarro V. Merino

Si alguien sabe de encajar golpes, ese es José Luis Navarro (Córdoba, 1965). El primero lo recibió a los 17 años, cuando sufrió un accidente de moto que frustró su intención de convertirse en futbolista (su hermano, Rafa Navarro, llegó a convertirse en el entrenador del Córdoba CF ). Luego vinieron muchos más, pero esos ya fueron sobre el ring y le sirvieron para alcanzar la gloria. Navarro fue varias veces campeón de Europa de los pesos Welter de boxeo y el Mundo Hispano en la categoría de peso medio ligero.

El púgil recuerda cómo « dejé el boxeo al perder el título en 1997. Aquello fue muy duro y entonces no había televisión ni dinero. Así que decidí volverme a Córdoba tras reconocer que mi etapa había finalizado».

No le fue mal a Navarro en su tránsito a una vida «convencional», al menos al principio. Cuando aún competía tuvo la oportunidad de convertirse en seleccionador nacional de boxeo , oferta que rechazó por una vida con menos trajín y más cerca de su familia. Y eso que «esto no es como en el fútbol, la salida es muy sacrificada y dura, pero yo no estaba motivado y la edad también contaba».

«Como reconocimiento, me dieron un puesto en la Diputación », recuerda. Allí permaneció durante 14 años, ejerciendo, entre otras cosas, como monitor deportivo. Hasta que hace cinco años, con un cambio de corporación, recibió otro duro golpe. «No contaron conmigo, me mandaron al paro y tuve que empezar de nuevo», recuerda sin un ápice de rencor. En la vida, como en el boxeo, hay que saber recibir mamporros. Navarro ejerce hoy como entrenador de boxeo («pero sin contacto») y preparador físico. Y «la gente, de todas las edades, responde muy bien », concluye.

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