Desde Simblia

Desastres navales

Los ingleses cuidan mucho de ocultar los momentos negros de su historia; los españoleses vuelven a ellos una y otra vez

Exposición sobre la batalla de Trafalgar Archivo
José Calvo Poyato

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Hay quien sostiene que cuando una potencia domina los mares ejerce la hegemonía mundial. El paradigma de esta afirmación es el Reino Unido -Inglaterra para el común de los españoles-. La tesis de que el dominio de los mares equivalía a la hegemonía mundial es lo que, posiblemente, ha llevado a los ingleses a ocultar sus mayores desastres navales, al tiempo que han magnificado los de otras potencias que han sido sus rivales en la lucha por esa hegemonía o por atacar al país hegemónico. Fue el caso de España en otro tiempo.

Nosotros, como suele ser habitual, hemos asumido como propias esas interpretaciones de los ingleses y hemos aireado nuestros desastres navales . Es conocido el caso de la Grande y Felicísima armada con la que Felipe II intentó invadir a la «Pérfida Albión» en 1588 y que los ingleses, con no poca sorna, bautizaron como «La Invencible». Ese nombre lo asumimos de inmediato dando muestras de un papanatismo extraordinario y aquella malhadada expedición se convirtió en el desastre de la Invencible, lo que es una especie oxímoron histórico porque cómo pudo acabar en desastre una armada que era invencible. Otro caso lo tenemos en la derrota de la escuadra hispano francesa, mandada por un almirante francés, modelo de ineptitud como era Pierre Charles Jean Baptiste Silvestre de Villeneuve, en la batalla de Trafalgar (1805).

Por el contrario, apenas nos hemos referido a las derrotas que Inglaterra sufrió ante los españoles, que no fueron ni de menor entidad ni menos importantes, pero han sido cuidadosamente ocultadas por la historiografía británica y la española no le ha prestado la debida atención. Es, por ejemplo, el caso de la grave derrota sufrida por la escuadra del almirante Edward Vernon (1748) ante los muros de Cartagena de Indias , defendida por Blas de Lezo o la gravísima derrota cosechada por los ingleses en 1589 -justo al año siguiente del desastre de la Grande y Felicísima Armada de Felipe II-, cuando pretendieron liquidar los restos de la armada hispana y alentar los movimientos secesionistas en Portugal, cuya corona había quedado incorporada a la monarquía hispana, desde 1580. La armada inglesa sufrió un descalabro de proporciones aún mayores que la española el año anterior, según el número de barcos perdidos y la cifra de muertos. Francis Drake y Ralph Norris , que estaban al mando de la flota, fracasaron en su intento de ataque a Santander, donde buscaban los barcos que habían podido regresar a España de la expedición del año anterior. No pudieron apoderarse de La Coruña como era su objetivo. En ese combate cobró notable protagonismo una mujer: María Mayor Fernández de Cámara y Pita, conocida como María Pita, cuya escultura, en la que la heroína blande una lanza y que preside una de las plazas más importantes de la ciudad gallega, es posible que cualquier día unos indocumentados la pintarrajeen o traten de derribarla acusándola de belicista. Tampoco consiguieron su objetivo cuando en esa misma campaña intentaron desembarcar en Lisboa .

Como decimos, los ingleses se han cuidado mucho de ocultar los momentos negros de su historia . Los españoles, por el contrario, nos hemos referido a ellos, una y otra vez, convirtiéndolos en una especie de elementos definitorios de nuestro pasado. Dando cuerpo a esa malsana costumbre de mostrar poco aprecio por lo nuestro y estar pendientes de forma continua de lo que, desde fuera, se dice de nosotros. Ocurre hasta cuando se celebra el día de la Hispanidad.

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