El dedo en el ojo

El demonio se hace hombre

Rousseau ha causado mucho daño con su buenismo

Un perro en el interior de una vivienda ABC
Mario Flores

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Me pregunto de qué pasta puede estar hecha una persona que deja a su perro encerrado en un coche al sol sin ventilación para qu e muera lenta y atrozmente. O qué tiene dentro de sí quien es capaz de abandonar a decenas de animales sin alimentar, sin agua, en condiciones higiénicas inexistentes y abocados a la muerte a cámara lenta.

Estos casos se dan con mucha más frecuencia de la que imaginamos. Hace solo una semana, en Benamejí y en Lucena , fueron detectados estos casos aterradores y sanguinarios protagonizados, a mi parecer, no por esos pobres animales, sino por esas repugnantes personas que jugando a ser Hitler decidieron someter a la tortura y a la muerte a unos seres vivos. Cualquiera de ellos habría sido un magnífico kapo en cualquier campo de exterminio nazi.

Como psicólogo podría explicar el caso atendiendo a los rasgos clínicos de la personalidad de quienes cometen este tipo de actos monstruosos: dureza emocional, falta de capacidad para desarrollar empatía, rasgos psicopáticos, incapacidad para sentir compasión o inexistencia de sentimiento de culpa o auto-responsabilidad. Todo eso está muy bien para establecer un diagnóstico que permitiera desarrollar un programa terapéutico en la cárcel donde debieran pudrirse. Pero como persona con derecho a experimentar emociones por encima de la condición propia de psicólogo, mi diagnóstico es otro: hijos de mil padres, desalmados, malparidos, hijos de Satanás... no sé si me explico. Pero el sufrimiento animal no solo se limita a este tipo de comportamientos. No hemos de soslayar ahora la cantidad de seres vivos que durante el estío son maltratados en pueblos y aldeas de nuestra geografía para solaz de gente ávida de emociones psicopáticas que se desarrollan al albur de la violencia. Y, de manera sostenida todo el año, tampoco hemos de olvidar a esos pobres perros atados con cadenas de medio metro a bidones de metal, expuestos al frío o al sol, o a esos otros cuya vida se limita a profundizar en el surco que dejan sus pobres patas mientras giran sobre sí mismos porque no tienen posibilidad de otros movimientos. Os maldigo. Una y mil veces.

La capacidad del ser humano para generar sufrimiento ya fue divisada por filósofos como Hobbes , quienes creyeron ver en el hombre a una máquina de destrucción que había que domesticar por medio de la civilización. Contradecía, de este modo, al ¿tonto? de Rousseau , precursor de la filosofía progre del buenismo que venía a afirmar que el hombre es bueno por naturaleza pero es la sociedad la que lo pervierte. Ya lo creo, amigo Jean-Jacques, ya lo creo. A mi parecer Rousseau ha causado tanto daño a la humanidad como hoy lo está haciendo la música latina, no en vano la pretendida rehabilitación de los delincuentes que en España nos obliga a contemplar violadores reincidentes en la calle o asesinos etarras tiene que ver con su meliflua visión de las cosas. ¡Mal rayo os parta!

Aunque Europa hoy -al igual que España- es una entelequia que se va por el sumidero y caerá como lo hizo Roma a manos de los bárbaros , todavía conserva ese espíritu ilustrado que permitió que muchos países alcanzaran un destacado nivel de civilización. Y ese nivel de progreso (que no de progresismo) quedó reflejado en el trato que dispensan a sus animales. España está hoy a años luz de eso. Es más, aquí el maltrato animal forma parte de nuestras señas de identidad.

Y sí, claro, también me conmueven el sufrimiento de las personas pero hoy quería hablar de esas mejores personas que nosotros que son los perros. Ellos nunca habrían gobernado con 85 diputados .

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