El dedo en el ojo

Dejando huella

Hay gente que no se han enterado de nada y debería volver a EGB para comenzar otra vez con las vocales

Entrada a la sede del PP de Córdoba con lazos amarillos, la semana pasada Twitter del PP de Córdoba
Mario Flores

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Los seres humanos somos mucho de dejar huella . Lo hacemos a cada momento, a cada paso (nunca mejor dicho) y en cada situación. Pero también dejamos testimonio de nuestro paso por la vida en forma de recuerdos que se producen en aquellos que nos quisieron o, simplemente, nos conocieron, como igual podemos legar nuestro patrimonio material o humano a los que nos suceden.

Ya digo, queramos o no, los humanos dejamos nuestro rastro. Y a veces ese vestigio adopta su vertiente más prosaica bajo la forma de colillas de cigarros, envoltorios de bollycaos, cartones de pizzas y otros detritus variados. Somos guarros sí, muy guarros . Curiosa entidad la del ser humano que lo mismo te deja escrito un Quijote para goce de las generaciones que van habitando los siglos, como te abandona un colchón con los muelles salidos junto al contenedor de plásticos. Somos libres de elegir el contenido de nuestra huella aunque más de uno debiera revisarse a la hora de plantearse esa especie de «testamento cívico».

Hay otra clase de huellas que provienen de grupos humanos arracimados en torno a una ideología. Son esos que dejan vestigio en la memoria de una ciudad, una ciudad que bien podría ser Córdoba y en la que, por ejemplo, un cogobierno municipal de progreso, para la gente y para la felicidad plena, pretende dejar su rastro en forma de nuevos nombres de calles que han sido propuestos por una cosa llamada «Consejo del Movimiento Ciudadano de Córdoba» . Se aprestan a denominar vías principales con nombres tan ocurrentes como Subh umm Walad (a mí que me registren...) o Kardo Máximo , nomenclatura esta última que ha sido pergeñada, con total seguridad, para hacer buena la premisa de que «si no quieres kardo, toma dos tazas»; vamos, ¡kardo máximo!

Luego están los que dejan marca de su estulticia, de su empanada mental o de su ayuno en lo que a conocimiento de la Historia (y de otras muchas más cosas, sospecho) se refiere. Hablo ahora de estos dos chicos veinteañeros que el pasado 11 de septiembre colocaron lacitos amarillos en la sede del Partido Popular y en el colegio de Abogados de nuestra ciudad. Hay que ser mameluco, necio o simple para traerse hasta Córdoba una retorcida reivindicación catalana extemporánea, xenófoba y alucinada . Creo que todo responde a ese afán gamberro que cada vez más gente despliega en su día a día como forma de metabolizar su frustración, su rabia o, sencillamente, la mala leche con la que han sido criados. Aunque prefiero quedarme con una sola palabra que los retrata, a mi modo de ver, a la perfección: bobos . Pero no me refiero a esa clase de BoBos que algunos describen como mixtura de Bohemios y Burgueses (del inglés Bohemian y Bourgeois) para reflejar la ambición del yuppi y la rebeldía del bohemio que algo podría aportar, no. Me vengo a referir al «tonto de baba» , al «tonto con balcones a la calle», al «memo a tiempo completo», a esa especie que parece haber hecho un máster de tontuna en la Universidad Rey Juan Carlos (¿no existen «másters de género», por qué no van a existir «másters de tontuna»?).

Definitivamente hay gente que no se han enterado de nada y deberían volver a primero de EGB para comenzar otra vez con las vocales. Aunque, eso sí, caerían en manos de un sistema educativo andaluz que este año inicia el curso bajo el eslogan « Educación Pública de Andalucía . Una huella para toda la vida». ¿¡Ven como todo deja huella!? La marca que viene dejando la Logse es conocido por todos. ¿Su último logro? Tontos que dejan lacitos.

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