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Cuando el progreso es regreso

Exacerbar el debate político con asuntos que son para historiadores o tribunales es mezquino cuando las urgencias son otras

Exposición sobre el Inca Garcilaso en la Mezquita-Catedral de Córdoba VALERIO MERINO
Juan José Primo Jurado

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VIENE a cuento recordar la afirmación del escritor Antonio Gala : « Córdoba se ha transformado no en una posibilidad, sino en una oquedad. Ha tenido tanto, su pasado es tan glorioso, que siempre tiende a mirar hacia el pasado . Como si su progreso fuese el regreso». En este caso y ahora, Córdoba, gobernada por partidos derrotados pero aliados en nombre del progresismo, contempla cómo esos partidos sitúan el progreso en el regreso a disputas de nuestro pasado.

Esta semana en Córdoba asistimos a un paso más en el cambio de nombres de calles y a la reivindicación de la titularidad pública de la Mezquita-Catedral . Franquismo e Iglesia son las dianas favoritas de buena parte de la izquierda cada vez que se acercan elecciones. A falta de buenas propuestas de gestión, es una manera de asegurar un segmento de votantes a los que parece aún les ponen estos temas. Y hay pugna por ver quién arrea más fuerte, si la línea sanchista del PSOE o los comunistas en sus diferentes versiones.

Existen razones suficientes para rebatir ambos puntos. Que después de 40 años de existencia de ayuntamientos democráticos, y retirados en los años ochenta los nombres franquistas vinculados con delitos de sangre, volvamos ahora sobre ese pasado, eliminando del callejero nuevos nombres, es un error histórico y político . Error porque supone un ajuste de cuentas tardío con olor a venganza, la condena de la memoria de media España , el ensalzamiento de la otra media y la manipulación de la historia. Justo lo contrario de lo que significó el pacto de reconciliación y convivencia de la sociedad española en 1978 y gracias al cual disfrutamos, aún, de nuestro más largo período de democracia.

La reivindicación de la titularidad de la Mezquita-Catedral, anunciada por el Ayuntamiento a partir de un cuestionable informe, se enmarca en ese laicismo con el que sueña Pedro Sánchez y sus socios. La Constitución de 1978 eliminó cualquier confesionalidad del Estado y configuró un Estado democrático, no confesional, al servicio de los derechos y libertades de los ciudadanos, también en materia religiosa. A ver si lo que quiere el PSOE, cuando habla de un « Estado laico » significa que el Estado rechace la religión e imponga el laicismo. Pero eso ya no sería un Estado democrático. Ya va siendo hora de que nuestros políticos superen los atavismos anticatólicos y entren de lleno en una mentalidad plenamente democrática.

Desde ABC se han aportado numerosos datos que destapan las irregularidades que subyacen en la superficie y en el fondo de estos temas. Un excelente esfuerzo periodístico para iluminar las conciencias libres de los lectores . Pero, por muchos argumentos válidos y datos objetivos que se aporten, no debemos olvidar que quien tiene la sartén por el mango son las fuerzas políticas que legislan a nivel nacional o local, las cuales, aún habiendo perdido las elecciones generales, pueden promulgar leyes que justifiquen «vendettas» o monten desamortizaciones .

Por ello, en este momento lo mejor es apelar a la cordura y la sensatez en el terreno político. Pedir un esfuerzo, no sé si es mucho, a nuestros representantes públicos para que abandonen temas de confrontación ideológica que huelen a naftalina de hace ocho décadas o, directamente, de la centuria decimonónica. Que el debate se centre en los asuntos que realmente preocupan al ciudadano y que de verdad afectan al presente y al futuro de Córdoba .

Centrar y exacerbar el debate político con asuntos que deben quedar para historiadores o tribunales es mezquino cuando las urgencias van por otro lado. Por ejemplo, se acaba de hacer público, según un informe de CC.OO. , que, de los 96.000 desempleados cordobeses, capital y provincia, un 53 por ciento, 21.000, llevan más de cuatro años sin trabajo . Y podríamos seguir con cien temas que urgen y preocupan más a los cordobeses que si hay que quitar el nombre de Cañero a una plaza o si la Mezquita-Catedral es o no propiedad de la Iglesia. Córdoba necesita grandeza en sus dirigentes, que sepan subordinarse a los intereses reales de Córdoba y llegar a grandes acuerdos para su progreso. Lo ha necesitado siempre, más en esta hora. El pueblo, en cualquier caso, tendrá la última palabra.

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