Coronavirus Córdoba

La vacuna del Covid-19 en Córdoba, del furgón de llegada al pinchazo en el brazo

ABC relata el proceso que siguen las dosis desde que llegan a Córdoba hasta que se administran a los ciudadanos

Vacuna AstraZeneca | Diez preguntas y respuestas sobre su segunda dosis y sus efectos

Un enfermero recoge dosis en el almacén del Distrtito para ponerlas en La Fuensanta FOTO / VÍDEO: Á. CARMONA
Rafael Aguilar

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EN la oscuridad casi plena del sótano del recinto sanitario, el convoy parece que contiene una mercancía preciosa y cara, o que dentro del furgón viaja un preso peligroso. Son las diez y unos minutos de la mañana y por la rampa han bajado dos furgonetas y, entre ambas, un turismo discreto que conduce un agente de la Policía Nacional con otro de copiloto, vestidos ambos de paisano y con chalecos reflectantes con el anagrama del cuerpo al que pertenecen en la pechera y la espalda.

La Policía Nacional escoltando un furgón con vacunas en instalaciones del SAS ÁLVARO CARMONA

Quien le ha dado al botón para que la verja se abra y los vehículos puedan internarse en el vientre del edificio es Manuela Rodríguez , una auxiliar de enfermería que presta sus servicios en la unidad de Farmacia del Distrito Córdoba-Guadalquivir, que integra a la capital y los pueblos más cercanos. Alfonsa María Martín Cuesta es su jefa: se trata de la responsable del depósito de vacunas de la demarcación.

«Buenos días. A ver los papeles», le pide la funcionaria a los conductores de las dos camionetas, que contienen 110 viales de Moderna contra el coronavirus (cada uno de ellos con capacidad para inyectar diez dosis), 360 de AstraZeneca (con diez por vial) y 255 de Pfizer (con seis por cabeza).

Un trámite que no es rápido

El trámite no es rápido. Ante la atenta mirada de la pareja de policías, la farmacéutica del Servicio Andaluz de Salud (SAS) comprueba que la documentación refleja la cantidad exacta de vacunas que está recibiendo, y a continuación que los preparados se encuentran a la temperatura requerida para que sean efectivas —entre dos y ocho grados en el caso de los comprimidos de AstraZeneca y de Pfizer ; los de Moderna llegan congelados y necesitan un tiempo para que pasen al estado líquido—.

«De acuerdo. Vamos para el almacén », indica la mujer, que camina a continuación por el pasillo que va a dar a la sala en la que se encuentra la cámara frigorífica de la que se nutre el dispositivo de vacunación masiva activado por la Consejería de Salud y Familias en la ciudad y en sus municipios más próximos. Allí, en la oficina que antecede al depósito, Manuela Rodríguez completa los formularios antes de introducir las cajas con los inyectables en el habitáculo climatizado .

Carga de neveras climatizadas con vacunas con destino a los puntos de la campaña ÁLVARO CARMONA

«Ahora empieza la tarea de preparación de las vacunas para mañana: las dejamos listas para que los enfermeros las recojan a primera ahora y para que se las lleven en sus coches a los puntos de administración a la población que ha fijado la Consejería de Salud », informa la profesional del SAS antes de despedir a los mensajeros, que siguen su ruta a P ozoblanco , cabecera del Distrito sanitario Córdoba Norte —esa es la última para del recorrido que comenzó a primera hora de la jornada en el almacén central de Sevilla , donde el equipo custodiado por la Policía se hizo con la carga, y que antes que la capital tuvo por parada Cabra , donde se encuentran los órganos de gestión del Distrito Sur —.

«Cuando recibimos la carga comprobamos la cantidad y la tempetura», afirma la jefa del almacén

Van a dar las once de la mañana y, para entonces, el enfermero José Antonio Agudo lleva más de dos horas y media poniendo vacunas en el centro cívico de La Fuensanta , situado junto a las piscinas de Santuario . Su jornada laboral ha comenzado bien temprano: a las ocho menos cuarto. En ese momento preciso estaba esperando a una de sus compañeras integradas en su mismo equipo para recoger los viales en la primera planta del edificio sanitario de la capital en el que el Servicio Andaluz de Salud acopia los inyectables que son el remedio contra el Covid-19.

«Empecé en el ‘autocovid’ haciendo las pruebas de PCR de antígenos y desde diciembre estoy en el programa de vacunación, del que formamos parte unos veinte enfermeros en la ciudad», indica. Dan las ocho y en la primera planta del inmueble de la Consejería de Salud y Familias que gestiona y distribuye hay movimiento. Mucho.

Dos sanitarios portan las dosis en las instalaciones del Distrito para cargarlas en el coche ÁLVARO CARMONA

Los administrativos y los técnicos sanitarios despachan con diligencia a los grupos del personal de enfermería que acuden a por las vacunas . «Las neveras están preparadas. No os olvidéis del consentimiento informado . Llevaros los carteles informativos que hemos hecho con los mensajes básicos del proceso de vacunación . Suerte y que os cunda el día», dice una de las empleadas del SAS .

Agudo desenchufa el refrigerador y confirma que dentro se encuentra el número exacto de viales de Pfizer que necesita, que en esta ocasión han de ser seiscientas dosis. «Están todas. Vámonos, que ya estamos tardando», le espeta a su compañera uniformada. Antes de despedirse firma dos documentos : uno que certifica que se ha llevado los preparados contra el coronavirus para administrarlos en el centro cívico de La Fuensanta , otro en el que da fe de que los ha recibido a la temperatura requerida, y por el que se compromete además a mantenerlos en ella durante el desplazamiento al lugar en el que se desarrolla la campaña de protección.

Trazabilidad

Esos momentos son claves. «Cada vial va marcado. Lo importante es que no se pierda la trazabilidad de cada dosis, para que si hay algún problema se puedan localizar lo más rápido posible a las personas a las que se les ha administrado», señala Alfonsa María Martín Cuesta , que se encarga al final de cada jornada de que las neveras tengan los grados necesarios para que a la mañana siguiente los enfermeros las puedan usar sin problemas.

«Las enchufamos a la corriente y las dejamos en la habitación de arriba, donde ellos las recogen. Estos aparatos disponen de cables para conectarlas al coche de los sanitarios y que, durante los trayectos hasta los lugares de la campaña de vacunación, conserven esa misma temperatura», indica la profesional.

Del centro de almacenamiento del Distrito Córdoba-Guadalquivir a las instalaciones municipales de La Fuensanta hay solo unos kilómetros, no más de diez minutos al volante, por lo que la carga puede ir sin problema en el maletero. Ahí la acomoda el profesional del Servicio Andaluz de Salud , formado en el abordaje del coronavirus en el portal Andavac que creó la Consejería al inicio de la pandemia y que recibe sesiones de actualización de prácticas y de conocimientos cada semana, como el resto de sus colegas.

Las dosis, camino del centro cívico de La Fuensanta ÁLVARO CARMONA

Agudo tiene para escribir un libro sobre sus vivencias a cuenta del Covid-19. «La gente ha tenido miecodo durante todo el tiempo, y más si le han puesto AstraZeneca : hoy empezamos con las segundas dosis en Córdoba para los menores de sesenta años, con consentimiento informado», señala. «Ha perdido la cuenta de la cantidad de vacunas que ha administrado. Me ha pasado de todo poniendo vacunas. No me he dado cuenta de lo peculiar que es la gente hasta que empecé la vacunación. Hay gente que va muy asustada a que le pinchen, que empieza a vacunarse nada más que ver la jeringa, a decir que tienen ya hormigueo por el brazo y todavía no le has tocado, añade el sanitario.

¿Un enemigo menor?

En la puerta del centro cívico de La Fuensanta el coronavirus es ya un enemigo menor. «Lo tenemos dominado. Este verano nos lo vamos a pasar con total normalidad, lo que yo te diga», sostiene en su acceso principal sobre las once y media de la mañana Álvaro M., el dueño de una gestoría cercana a la avenida de Las Lonjas.

«Salud me formó en la web Andavac y hay cursos todas las semanas», afirma un enfermero

«El pánico ya ha pasado. Me lo vana a decir a mí, con lo preocupada que he estado este año porque mi hija, la chica, trabaja de auxiliar de enfermería en una clínica privada. Anda que no he rezado por ella», apostilla la esposa de Álvaro , como él aguardando a que la llamen para que le administren el fármaco con el que completa su protección frente al mal que ha vuelto el mundo del revés.

El enfermero José Antonio Agudo le pone un inyectable a un vecino junto a Santuario ÁLVARO CARMONA

Que lo peor de la enfermedad ya está vivido y hasta superado queda claro desde el inicio del día. En las cocheras subterráneas donde el Distrito Córdoba-Guadalquivir se hace con los comprimidos sigue asombrando la ceremoniosidad de la recepción de los viales, el estricto protocolo ante la mirada de los policías que no pierden ojo. «Antes, hace un par de meses, la seguridad era todavía mayor. Todo se hacía con mucho más secretismo. Lo que lleva ese camión salva vidas. Es una mercancía preciosa. Y las autoridades actuaban en consecuencia. Bien hecho», comenta uno de los técnicos del Servicio Andaluz de Salud (SAS) que participa en la operación.

«Ea. Listo. Espere unos minutos en esa sala, sentado, y cuando pasen se marcha a casa. A vivir. Pero con precaución», le comenta una enfermera a una mujer en las instalaciones municipales anexas al Santuario poco antes del mediodía. Su compañero Agudo sonríe a su lado: su equipo ha puesto ya más de la mitad de las vacunas previstas para esa mañana. «Cumplimos con nuestra misión», sostiene.

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