Coronavirus Córdoba

Belalcázar, donde la preocupación late junto a la residencia de ancianos

La vida no se ha detenido del todo en esta pequeña localidad donde han fallecido seis personas en asilo

Un sanitario accede a la residencia de Belalcázar en la jornada de ayer Quercus

Julia López

El castillo de los Sotomayor y Zúñiga anuncia la llegada a Belalcázar , una fortaleza de la que ahora se tendría que estar debatiendo su apertura al público, pero la vida está casi paralizada por el coronavirus y cualquier tema que no tenga que ver con la salud ha quedado relegado a un segundo plano. El confinamiento ha obligado a decir adiós, por ejemplo, a la romería en honor de la patrona de la localidad, aunque en las viviendas y balcones hay claras referencias a lo que es una seña de identidad inequívoca de los belalcazareños. Es una forma de no renunciar a algo de normalidad, aunque esta se haya perdido por completo.

En la residencia Nuestra Señora de Gracia de Alcantarilla saben lo que es haber perdido esa rutina y convivir muy de cerca con el coronavirus . Hasta seis fallecimientos acumula el centro de mayores, a los que hay que añadir más de una veintena de positivos entre residentes y profesionales, lo que ha llevado a aplicar unos estrictos protocolos y medidas de seguridad para intentar paliar la extensión del virus. No hay movimiento alrededor de la residencia, tan solo algún sanitario que entra con las medidas de seguridad previstas para cumplir con parte de su trabajo.

La situación que se vive en ese punto de la localidad mantiene en estado de alerta al resto de la población, pero también a los familiares de los residentes. El nieto de una de las usuarias del centro de mayores explica que « nos informaron desde el primer momento , tanto de la situación como de las actuaciones que están llevando a cabo y esos nos tranquiliza mucho». Una tranquilidad que se respira a medias en una localidad donde las calles son desinfectadas con un tractor y con la Policía Local avisando a los vecinos por megafonía de que no salgan de sus hogares mientras duren esas tareas. El confinamiento se cumple a rajatabla y en algunas calles es muy complicado toparse con vecinos.

Desde su ventana atiende una vecina que apunta que « estamos algo intranquilos por el tema de la residencia, es cierto que parece que el foco está allí, pero es preocupante». No echa en falta el esfuerzo que implica el confinamiento, entendiéndolo como algo necesario y que quizás «se deje notar menos en los pueblos». Valora también como «muy positiva» la labor realizada desde el Ayuntamiento , con la desinfección de las calles y el reparto de material que han cosido mujeres del pueblo, porque Belalcázar se ha sumado a la solidaridad mostrada desde que el coronavirus llegó a nuestras vidas.

En otra calle, y con las obras marcando la vuelta al trabajo de actividades no esenciales, aparece una vecina que resalta que «la gente está tranquila, pero preocupada, las noticias de la residencia no son positivas». Hay quien no ha cesado su actividad en todo este tiempo, como los empleados de Correos y las auxiliares de ayuda a domicilio cuyo trasiego por las calles deja algo de vida. «Es bueno poder seguir trabajando, pero claro que tienes miedo porque no piensas en que te puedas contagiar tú, sino en que puedas contagiar a algunas de las personas a las que ayudas, eso da miedo», narra una auxiliar de ayuda a domicilio que hace hincapié en que «es verdad que todo está concentrado en la residencia, pero hay trabajadores asintomáticos que se han relacionado durante este tiempo».

En el Convento de Santa Clara

En tiempos previos al coronavirus, una parada obligada en Belalcázar sería en el Convento de Santa Clara de la Columna . Allí, y por motivos de seguridad, la conversación con Sor Isabel se produce a través de un torno. «En otras circunstancias os hubiera atendido en otro sitio», dice para recibir a ABC Córdoba y contar que «nosotras estamos bien, cuando tenemos que salir lo hacemos una vez a la semana tomando todas las medidas que nos están diciendo y aquí dentro teniendo mucho cuidado con la higiene». «Tenemos material, pero nosotras también estamos haciendo, contribuyendo con otros conventos que están haciendo mascarillas para distribuirlas entre la población», apunta. Su vida no ha cambiado en exceso aunque «ahora rezamos mucho más; el tiempo que empleábamos para la formación o la lectura, ahora lo empleamos para rezar». Las monjas están también mucho más atentas a la información, esperando recibir «buenas noticias», deseando que esta crisis sea cosa del pasado y que la parada en el Convento siga siendo para conocer su patrimonio o comprar sus famosos dulces.

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