CULTURA

Así fue Córdoba en 2018: la cítara muda de Pablo García Baena

El mayor poeta de Córdoba desde Góngora se marchó el 14 de enero con 96 años

El ataud con los restos de Pablo García Baena ROLDÁN SERRANO

L.M.

Un manotazo duro, un golpe helado, del duro aire frío de un 14 de enero, se llevó a Pablo García Baena de la vida y del aire de Córdoba en el que parecía flotar como un ángel de palabra precisa y sonrisa permanente. En la tarde de un domingo de invierno, el segundo de un año que empezaba mal para la cultura, se apagaba la larga y fecunda vida del mayor poeta que había dado la ciudad desde Góngora , con el que compartía el cuidado minucioso de la palabra, el gusto por la musicalidad, el afán de renovación y el amor por la ciudad en la que los dos nacieron y murieron.

Tenía 96 años y había conservado toda su lucidez, curiosidad y actividad hasta que una afección respiratoria, que se complicó por su avanzada edad, le causó la muerte. En diciembre del año anterior había acudido a la representación de un auto sacramental de Ricardo Molina y en octubre la Universidad de Córdoba le había reconocido como doctor «honoris causa».

Se le había reconocido mucho en vida con multitud de homenajes, reconocimientos y ediciones de una obra cada vez más venerada, pero la ciudad y la instituciones supieron guardar luto: la capilla ardiente se instaló en el Salón de Plenos del Ayuntamiento , acudió la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, y muchos ciudadanos de a pie y poetas reconocieron la obra del último escritor del grupo Cántico, su compromiso con la belleza y su capacidad para partir de la tradición y llegar a la modernidad , para enlazar entre unas generaciones y otras. También se celebró al ser humano, al espiritual vecino de la calle Obispo Fitero, al inagotable conversador al que tan fácil era encontrar paseando por su ciudad. Y hasta eso hizo en su entierro, cuando lo llevaron desde San Miguel a los pies de la Virgen de los Dolores.

Tomás Egea

Pasaron nueve días cuando la ciudad lloró a otro creador que había dejado una gran huella estética. El día 23 de enero murió Tomás Egea , un artista al que muchos asociaban con los dibujos y mosaicos repartidos por gran parte de la ciudad, pero que tenía una obra tan amplia como la que se pudo ver pocos meses después en la sala Vimcorsa, y donde se descubrió a un artista pendiente de las vanguardias , que supo hacer crítica social incluso en los años de la dictadura y que trabajó con los mejores arquitectos de su tiempo. Y dos días antes se había marchado el cantaor Lucas de Écija , establecido durante años en la ciudad, donde dejó la impronta de un artista clásico y profundo, que protagonizó una gran época para el flamenco.

Fue 2018 un año para recordar a grandes artistas de Córdoba, como Antonio Povedano, que protagonizó una gran exposición entre la sala Vimcorsa y la Fundación Botí, donde se pudo apreciar la diversidad de su producción y su condición de vanguardista. También continuó su evolución el Centro de Creación Contemporánea de Andalucía (C3A) , que vio por primera vez la llegada de artistas en residencia para desarrollar en su interior proyectos, siempre con lenguajes muy actuales.

Continuaron llegando exposiciones para llenar de contenido el amplio espacio vacío del edificio de los hexágonos. Su cocción es lenta, porque las obras que se proponen exigen mucho del espectador para su comprensión, pero por el momento la monumental inversión no se ve traducida en número de espectadores: 22.000 al año .

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