Verso suelto

Carne de cañón

En las manifestaciones de las pensiones queda la sensación de que a algunos los usan de fuerza de choque contra el Gobierno

Manifestación en Córdoba por las pensiones públicas RAFAEL CARMONA
Luis Miranda

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CON los chalecos reflectantes como si fuesen operarios contratados por el viejo PER en las obras de una travesía, los eslóganes en letra de imprenta y el caminar pausado entre quienes cruzan con prisa, me los encuentro muchos días en la plaza de Las Tendillas . Llevan para identificarse un nombre que en Córdoba tiene un poco de grotesco: los « yayoflautas », como si en la ciudad, y en toda Andalucía, se hubiese empleado alguna vez otra palabra que la noble «abuelo» y «abuela». Otras veces se ponen detrás de pancartas con siglas de sindicatos a los que a lo mejor no pertenecieron cuando trabajaban y gritan que les tienen que subir las pensiones sin darse cuenta de que quienes han puesto las pancartas y los colores probablemente se lleven más cacho si terminan por salirse con la suya.

El que quiera verlos con indulgencia pensará, y llevará razón muchas veces, que esas manos ajadas por la labor y esos ojos que perdieron agudeza un año detrás de otro en jornadas interminables sostuvieron a los suyos, exprimieron los céntimos de las pensiones para que de allí salieran la sopa y las camisas de las familias de sus hijos parados, y eso hace tan pocos años que es como si fuera ayer. Hay, sin embargo, en esas manifestaciones que se dejan ver en Córdoba, algo que incomoda hasta el pudor , y es la sensación de que a muchas de las personas que acuden, a veces con la mejor voluntad, las están engañando o por lo menos las utilizan para que les sirvan de punta de lanza . A ratos parecen carne de cañón que no se quedará tendida en la plaza ni recogerá la metralla para que no llegue a los generales, pero que sí hará el trabajo de desgastar al enemigo y de hacer de bulto en las fotos para que después otros conquisten más dinero para el sindicato , algún escaño en una cámara de representación y un favorecedor aire de revolución en las redes sociales.

A cambio del sueño de que recogerán una merecida mejora en la pensión marchan detrás de las pancartas como hormiguitas de un ejército que servirá quizá para subir algún día un tanto por ciento, pero que sobre todo se usa para que algunos políticos enseñen el clamor de la calle, los informativos de la tele abran las noticias con la fractura social y quienes estén cerca de allí pasen el platillo de la charla delante de los micrófonos. Aunque muchos hayan cumplido los setenta años no se habrán dado cuenta, y si han caído en ello lo habrán apartado como se quitan los errores propios de la memoria, de que no podían celebrar el aborto como una conquista social para sus hijas y luego lamentarse de que haya menos jóvenes para cotizar y alimentar las pensiones que disfrutan, así que están abonados sin pudor al pensamiento mágico de sembrar monedas de diez céntimos para que broten billetes de cinco euros.

Estos, y los que dicen que trabajaron mucho como si los de ahora nos levantásemos todos los días a la hora del Ángelus y nos fuéramos a tomar el vermú , casi se compensan con aquellos, más cándidos, que echan un cable a la demagogia de Stop Desahucios cuando ellos pagaron sus casas con intereses del 15,5% y sin dejarse ni una letra. Merecen que se suban las pensiones y que se arregle sin prejuicios ni líneas rojas un sistema que va derechito al colapso , pero quién les iba a decir que a sus años iban a hacer de tropa de choque. Parece que el tópico de que la vejez lleva siempre a la sabiduría y a la sensatez hay que revisarlo.

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