EL ESTILITA

Carmen de Cabra

Se ha tirado al monte. A perseguir periodistas, a matar mensajeros, a cortar lenguas

La vicepresidenta del Gobierno, Carmen Calvo, durante su intervención en el pleno del Congreso de los Diputados EFE
Javier Tafur

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Estaba celosa. Desde hacía unas semanas nadie le prestaba atención. Los innumerables disparates del pasado parecían haberla amortizado . Sus maniobras especulativas sobre la Constitución o el feminismo no surtían efecto. Se había quedado sin margen para la sorpresa. Resultaba cansina . Ya no despertaba nuestra indignación, ni nuestro sonrojo de paisanos, ni siquiera nuestra curiosidad cateta. En el colmo de la renuncia, se iba de Córdoba prescindiendo de la química con Mayor Zaragoza. Tal vez la empezábamos a conocer demasiado. Su torpeza es proverbial; su mal genio, acostumbrado; su incultura, reconocida incluso en la Universidad . No podía competir con la frescura de sus nuevos compañeros de gobierno. ¿Cómo superar o tan solo igualar la sordidez tabernaria en que se movía la ministra de Justicia, las habilidades terrestres del astronauta, las bombas con que se hacen tirabuzones Margarita y Borrell, tonta ella y listo él? Hasta Celaá, portavoz balbuciente y ministra de Educación que lee mal lo que escribe peor , le ha birlado el dudoso protagonismo de mesarse los cabellos en protesta por el «acoso» al gobierno . Necesitaba, pues, un revulsivo, un tratamiento de choque que volviera a poner los focos sobre su alocada cabeza y los micrófonos ante su menguada estatura . Y se ha tirado al monte. Carmen de Cabra siempre tira al monte .

A perseguir periodistas, a matar mensajeros, a cortar lenguas, a cegar ojos, a romper oídos, a quebrar voluntades . Este ha sido siempre el deporte universal de los políticos fracasados con ínfulas de grandeza. Desde los mandarines chinos hasta los reyes visigodos, desde los sátrapas persas hasta los dictadores romanos, desde los emires omeyas hasta los basileos bizantinos, desde los caciques indígenas hasta los comisarios de la checa. «Regular» la libertad de expresión , «intervenir» en los medios de comunicación, «proteger» al gobierno -que no a los ciudadanos, como certeramente editorializaba ABC- y protegerlo de que no se descubra su incompetencia, de que no se investiguen sus imposturas, de que no se denuncien sus vínculos con esas «cloacas del Estado» que, de hecho, solo pueden medrar con su complicidad. Entre los poderes del Estado, ninguno más alto que el ejecutivo, ninguno por tanto con más capacidad corruptora. La prueba del algodón la tenemos precisamente en esos momentos en que se regodea pensando en una ley mordaza para que no se sepa a tiempo lo que debiera saberse cuanto antes . Así empieza el camino de perversión de toda democracia y ya no suele acabar hasta que la perdemos.

Carmen está en ello. Nadie más cualificado para emprenderlo. Pero no tiene tiempo. Las elecciones han sido preanunciadas por el presidente con su «game over» cosmopolita . Pedro es consciente de que carece de otra salida. Es consciente de que las encuestas del CIS son engañosas y, sobre todo, de que lo serán cada vez más. Ahora su única esperanza es que la jueza afín cite a Casado como testigo en el proceso a sus compañeras víctimas, imputadas para hacer bulto. Pobre esperanza. Aunque puede que a estas alturas se conforme con imponerle a Susana la candidatura de Calvo por Córdoba . Lo más triste para él sería que la vicepresidenta consiguiese menos votos que la candidata de su partido a las autonómicas. O no.

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