El caos, el caos

SE veía venir el costalazo que se ha pegado la ministra de Hacienda , María Jesús Montero, al que el Congreso le ha rechazado el decreto cajón de sastre que había hilvanado a cuenta de la financiación del Estado con el llamado superávit municipal y que incluía asuntos tan dispares como la cobertura del agujero negro del transporte público durante el estado de alarma o el tratamiento fiscal de la Champions League de fútbol femenino, que de ese plan iba la cosa en sus variadísimas disposiciones adicionales. El G31 de los alcaldes españoles (salvo los del PSOE , que no estuvieron y no por falta de ganas) le había puesto la proa a las numerosas condicionalidades del texto que, al hacer un todo del supuesto crédito con otros factores relevantes, daban a la apuesta el inequívoco olor del chantaje. Lentejas . Si quieres las comes, si no las dejas. Pero lentejas.

El Gobierno optó por un trágala y se ha encontrado con una de las escasas ocasiones en las que el legislativo, a instancias de los alcaldes, se le pone farruco y lo manda a pastar. Si tan voluntaria era la operación crediticia, si tan nobles eran los intereses, bastaba con haberle dado forma aparte de cualquier otra consideración. Que fuese una aportación patriótica, voluntaria sin pistolas encañonando. La realidad es que Hacienda empezó por negar que necesitase ese dinero a meterlo en el mismo saco que la suspensión temporal de la regla de gasto, eso tan horrible que dejó Cristóbal Montoro.

Al retirado político jiennense lo utilizan de muñeco vudú aunque sus recetas bien que se utilizan ya sea como palo o zanahoria. Mucho piar, mucho piar pero todavía no existe un mecanismo legal alternativo a su legislación de estabilidad, creada para poner tiritas en la crisis anterior. Si tan mala fue aquella experiencia, igual el PSOE podría plantear su reforma a fondo en vez de lo que ahora traía bajo la cartera tras dos años de presidencia de Pedro Sánchez. El decreto establecía demoras, suspensiones temporales, ampliaciones de plazo. Montoro en sus distintas graduaciones. Pero Montoro mismamente. Ahora que se plantea subir impuestos e incrementar el gasto conviene recordar que el exministro propició una subida de IBI —la que los alcaldes no se atrevían a hacer— y un saneamiento de la deuda con proveedores previo a las limitaciones de gasto, que en muchos casos fueron desmedidas y en muchos otros lógicas.

La pregunta es ahora qué. Porque la situación recuerda a la del chiste de Chúmez en «Hermano lobo» . El Gobierno llegó a la negociación de la pasta de las ciudades con un mensaje: «O nosotros, o el caos». Y los alcaldes respondieron: «El caos, el caos». En este caso, y tras la votación parlamentaria, a la ministra le toca una triste paradoja: «Da igual, también somos el caos». Con cierta chulería, el Ejecutivo afirmó que no habría texto alternativo, cosa que sabe que es imposible. Si Montero persiste en la política de las lentejas, se producirá una devolución masiva de dinero a la banca (que no irá a la economía real) pero se podrían producir algunos aspectos no previstos como la crisis de las empresas de transporte que pierden dinero a espuertas.

Y lo que es, es. Lo mismo que la Unión Europea le ha bajado al Gobierno determinadas restricciones de gasto ante la crisis sobrevenida, confiar en las corporaciones locales para que hagan sus trabajo con el dinero que ya tienen y asistir a los que no lo tienen igual es una política aconsejable. Otro día podemos hablar de por qué tienen acumulado tanto dinero (que no es por gestionar bien, no) o qué hubiera pasado si este decreto lo trae Montoro en vez de Montero. Arde Troya .