Francisco J. Poyato - PRETÉRITO IMPERFECTO

Cabalgata de tropiezos

La rutina para este Ayuntamiento se ha convertido en una suerte de cabalgata de tropiezos

Francisco J. Poyato
Córdoba Actualizado: Guardar
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Puede que el año próximo, la alcaldesa no envíe una carta a Sus Majestades los Reyes Magos pidiéndoles que solucionen el desempleo, sino que directamente les mande al secretario jurídico del Pleno para que informe de que se garantiza una Cabalgata sin sobresaltos ni toma de decisiones impopulares. Que los magos de Oriente actúan conforme a la ley, esto es, que salen con sus carrozas y ortodoxos atuendos repartiendo caramelos e ilusión y haciendo lo posible por espantar a las «intensas lluvias torrenciales» de un litro por metro cuadrado que te juegan malas pasadas. A ser posible, sin mucha parafernalia católica y más fanfarria escénica televisiva o multicultural. Las previsiones meteorológicas deberían estar reglamentadas, o al menos, tendría que existir una ordenanza municipal que además de rescatar el buen tiempo por decreto, sancionara a los artífices de esta «ciencia incierta» (sic), como ha venido en declamarnos la concejal de Festejos.

Lo que son las cosas, las cofradías saben un rato de estas encrucijadas de nubarrones y predicciones del tiempo a última hora...

A medida que pasan los días, y en lugar de ir diluyéndose el efecto de una decisión controvertida pero legitimada, sea o no discutible, sobre la Cabalgata de los Reyes de Córdoba, aún se evidencia más que a este Ayuntamiento le viene muy grande la ciudad y los pequeños problemas, que suelen convertirse en los peores (no digamos ya los grandes). Ponen a prueba la medida de su competencia política y gestora. Y ante la ausencia de la primera en esas lides..., siempre hay un técnico o un funcionario del que tirar para salvar la segunda. Sería más interesante debatir sobre las cosas de Estado, las elecciones que se nos avecinan, la falsa realidad prometida del país de los pactos y el consenso..., pero el estado de las cosas, las que dan sentido a cualquier ayuntamiento, solapa el primer plano de lo determinante por la relevancia de lo menos importante.

Es más que probable que cualquiera de nosotros en la misma tesitura de doña María Isabel la pasada víspera de los Reyes hubiese adoptado la misma decisión: suspender la Cabalgata. Que con los antecedentes y siniestros de años anteriores en otras ciudades hubiéramos tirado de cautela. Que habríamos censurado y criticado en un tono más recio y severo cualquier incidencia desgraciada que a posteriori aconteciera. Y no hace falta tirar de un absurdo informe jurídico para avalar una decisión que un alcalde debe tomar. Estaría bueno. Y por responsabilidad, acabáramos. La del pasado martes es una de esas situaciones en las que uno se topa de frente con lo que representa ser la primera autoridad de tu ciudad. Probablemente en uno de los eventos que más personas la pueblan y disfrutan. Tan «legal» era decir que no como asumir la postura contraria, aplazando el cortejo o mostrando una mejor planificación habida cuenta de que las previsiones decían lo que decían. Por cierto, si como repite el gobierno municipal sin cesar, sabían que llovería a las 19.00 horas, en pleno desfile, ¿por qué montaron la Cabalgata, entonces? ¿No se hubieran mojado las carrozas, dañado su estructura, y creado el mismo riesgo con las instalaciones eléctricas y los niños subidos en unas calles repletas...?

Inexperiencia, pero sobre todo, inseguridad. El caldo de polémicas cultivado por el cogobierno de PSOE e IU desde que empezó el mandato predispone la acción y la reacción. La sensación de que la rutina para este Ayuntamiento es una suerte de cabalgata de tropiezos permanente es manifiesta. Unas veces malintencionados y otras fortuitos, despropósitos y errores al unísono que valen su peso en oro en contra de lo que, precisamente, pregonaba doña María Isabel para censurar a los «contables» del PP sin alma. Llevaba razón la alcaldesa, al final son las personas.

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