Perdonen las molestias

Años eternos

Con el Tónicas, se va un personaje inclasificable: el primer moderno de Córdoba

'Feria: como si no hubiera un mañana', por Baltasar López

Yacentes, un grupo pionero ABC
Aristóteles Moreno

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Un día apareció por mi barrio el Tónicas . Tendríamos 14 años. Quizás menos. Ese territorio impreciso en que empezábamos a abandonar la niñez para adentrarnos en un mundo desconcertante. El Tónicas llevaba puestos unos vaqueros . Unos Lois, creo recordar. La marca de moda de España en aquellos años excitantes de la transición. Y, mientras jugábamos a la pelota en el patio trasero de casa, se marcó una defensa a ultranza y sin rodeos del valor puramente estético del pantalón vaquero.

El Tónicas fue el primer moderno que conocí en mi vida. Ya era moderno antes de que Alaska se pintara las uñas de negro siniestro y abrazara la religión de la frivolidad. Que ya es decir. Luego vino todo lo que ustedes ya saben. En un suspiro, llegaron los pelos cardados, las tachuelas y las cazadoras de cuero, que se llevaron por delante el movimiento hippie, el rock urbano y el sursum corda.

El Tónicas pasó del vaquero a la cabellera ingrávida en un abrir y cerrar de ojos. Se puso el descaro por montera y dinamitó la calma chicha de una insípida capital de provincias. Se convirtió en la sucursal más vanguardista de la estética neogótica, postpunk, retrosiniestra o como ustedes quieran denominar a aquella movida madrileña que puso patas arriba media España.

Por aquellos años, se erigió un templo sagrado al que acudíamos penitentemente cada fin de semana. El Varsovia . Allí sacrificamos a Triana y a los Rolling para adorar a los nuevos dioses del Olimpo. Los Cure, los Smiths, los Simple Minds, los Psychedelic Furs, los Ultravox. Y allí desplegó el Tónicas su carisma indiscutible de tótem noctámbulo de la modernidad. Fueron años mágicos. Arrolladores. Impetuosos. Locos. Vibrantes. Libres. Y nos merendamos la vida a grandes bocados como si la vida fuera imperecedera.

Yacentes fue un destello brillante y fugaz. El penúltimo fogonazo de un mundo que empezaba a escurrirse entre las manos. Grabaron unas cuantas canciones, tocaron la gloria con los dedos y se acabaron esfumando con la misma evanescencia con que habían llegado. El lunes despedimos al Tónicas en el tanatorio municipal. Fue un acto sencillo y triste. La liturgia de una generación que no olvida aquellos años eternos.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación