CULTURA

Antonio Gala, un clásico al filo de la noventena en Córdoba

El escritor vive retirado entre Alhaurín el Grande y su fundación y sigue interesado en el mundo actual

Última aparición pública de Antonio Gala, con residentes de su fundación en mayo de 2018 Roldán Serrano

Félix Ruiz Cardador

El escritor Antonio Gala cumple 89 años , los que han pasado desde aquel 2 de octubre del año 30 en el que vino al mundo bajo el declive alfonsino y en las llanuras manchegas, en la localidad ciudarealeña de Brazatortas . Aún en la infancia, se trasladó con su familia a Córdoba, ciudad de la que se considera parte por vivencias y por tradición literaria .

Tras pasar por Portugal e Italia , acabó radicándose en Madrid y convirtiéndose en uno de los grandes dramaturgos del siglo XX español, en un novelista de éxito constante y en un poeta vocacional que nunca abandonó esos versos en los que curtió su juventud y que siempre acabaron «envenenando» todos sus textos de lirismo, de un sello muy propio y de una fina nostalgia.

Años dorados

Al borde ya de los 90 años, esos agitados capítulos biográficos van quedando atrás. Por ejemplo, aquella época inolvidable en la que Jesús Quintero entrevistaba a Gala entre humo de cigarro, sonrisas pícaras y silencios filosóficos; noches mágicas -albores de los años 90- en los que España entera se sentaba ante el televisor para ver hablar al poeta de bastón y pañuelo al cuello, convertido ya entonces en el arquetipo del Escritor con mayúscula dentro del imaginario colectivo. O también los primeros 80 en los que crujió por vez primera la inocencia de la Transición con aquellas manifestaciones contra la OTAN en la que el escritor fue figura destacada. Mucho más atrás aún se vislumbra también una juventud legendaria, con su punto díscolo y aventurero y que el propio Gala contó en «Ahora hablaré de mí».

El Antonio Gala de hoy no lleva ya esa existencia de escritura y leyenda, sino que guarda la debida observancia de lo que sus médicos le prescriben. Superó el cáncer que le fue diagnosticado en 2010, del que ya no queda ni rastro, pero aún así mantiene una vida de retiro y sosiego. No concede entrevistas ni hace vida pública salvo contadísimas excepciones, pero sus cercanos reconocen que son muchas de las cosas que eran habituales en su vida que le gustaría seguir ejerciendo aún.

Siente los éxitos de los residentes de su fundación como extensiones de su propia carrera

La vida del artista al borde de la noventena, pues nació en 1930 y no en 1936, se desarrolla por ello entre dos territorios: «La Baltasara» -que es la casa que tiene en la localidad malagueña de Alhaurín El Grande - y la vivienda de la que dispone en la Fundación Antonio Gala . Cuentan que dedica dos o tres horas diarias a leer la prensa con morosa curiosidad y que lee también a los clásicos y los libros que le van llegando de antiguos becados de su fundación. Los premios que ganan, en ocasiones por libros escritos o cuadros pintados en la propia Fundación, los siente como propios.

Antonio Gala, en un acto en su fundación de Córdoba Roldán Serrano

El artista pasa las horas con el único perro que le queda -un bodeguero andaluz llamado «Mambrú» -, pasea por las calles de Córdoba aledañas a su fundación y toma el sol en plazas silenciosas , lejos ya del ruido y la furia de la urbe contemporánea. Muy crítico aún con la realidad, algo que nunca le abandona, llega el escritor hoy a los 89 convertido en un clásico vivo , lejos de los focos que antaño fueron cosa común pero cerca aún en la memoria de los millones de lectores y espectadores que disfrutaron de sus novelas, sus poemas y su dramas cuando la vida era aún tinta, rugido y glamour. También cordobesísima ironía y elegancia.

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