Francisco J. Poyato - Pretérito imperfecto

C4: Agua

¿Y si el C4 de Miraflores, cerrado a cal y canto, fuera en sí mismo una obra de arte contemporánea...?

Francisco J. Poyato
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La maldición de Miraflores agiganta su leyenda negra. En década y media, la que estaba llamada a ser la península de la revolución urbanística y cultural de Córdoba se ha quedado varada en un inhóspito y oscuro parque donde habitan edificios fantasmas, solares engullidos por la tierra madre, millones de euros públicos, grafiteros, la estela de un avión en busca de aeropuerto, o la de un barco apostado a orillas de un río; cuando no algún muelle enclaustrado por la maleza nostálgica. Pura poesía.

Una mirada en seco desde el Paseo de la Ribera permite fantasear con la ciudad que quiso ser en una maqueta y nunca fue en la realidad sopena de arrastrar consigo el descrédito, la mala gestión, la resignación y en última instancia el despropósito surrealista.

Doñarrosa es la organista de esta especie de leyenda becqueriana. Destapó la caja de los truenos con el holandés errante y patilargo que nos iba a trasladar a la galaxia de los hitos arquitectónicos desde la nave del Palacio del Sur y la ha vuelto a agitar con su impagable idea final de trasladar al Centro de Creación Contemporánea de Córdoba (vulgo C4) una parte de la Filmoteca de Andalucía, con sede en el corazón de la Judería. En medio, la nada. Después de que la Junta de Andalucía haya llegado a prometer hasta cinco veces su apertura desde 2012, resulta hiriente a la par que cómico, melodramático para estar a la altura analógica, lanzar la enésima patada hacia adelante con este desatino cultural de 30 millones de euros cerrado a cal y canto. Es la nave del misterio, es el enigma hecho cuerpo, pudiera ser en sí mismo un espacio de creación contemporánea. Porque si a ustedes le han llegado a presentar como arte nuevo un cuadro con una bicicleta colgada, un señor enclaustrado en un pedrusco o el estampido colorista de un cubo, ¿no pudiéramos tomar al C4, vacío y cerrado, como una obra de arte contemporáneo en sí misma? Sin duda alguna, mucho arte. No sabemos para qué servirá, ni quién lo dirigirá, ni cuándo abrirá, ni cómo se gestionará.... ¿Una vanguardia política que no está al alcance de nuestra sensibilidad cordobita con larga capa negra romeriana...? Somos más de Serenata a la Mezquita de don Ramón Medina.

Si un político en Córdoba quiere cumplir la norma, no tiene más que irse a Miraflores a prometer y tocar la lira posmoderna. Lo hizo Rafa Merino, lo replicó Doñarrosa, le siguió los pasos Nieto y, por supuesto, nuestra alcaldesa María Isabel se vio seducida por esta ínsula al sacar de su ambrosía un no se qué cultural para el «boquete» del holandés errante. Miraflores forma parte del protocolo municipal tanto como mover el perol de las peñas o entregarse al parcelismo del «pastel» cordobés, con su parte alicuota y proindivisa gratis. Digan conmigo como en el juego de los barquitos: «C-4». Y oirán, ultratumba: «Aaaguaaaa.....».

Cuando hace unos años, PSOE e IU, o lo que era lo mismo, Juan Pablo Durán y Elena Cortés con el puente de unión de Doñarrosa, contraprogramaron el Centro de Convenciones del PP en la quinta puñeta con una meteórica reforma del Palacio de Congresos de la calle Torrijos, algunas voces pidieron trasladar la Filmoteca a otro lugar para aprovechar su espacio como ampliación y anexo del espacio congresual. Les faltó poner tres ciclos seguidos de películas de Lars von Trier para evidenciar su negativa a este planteamiento. Sin embargo, ahora, con Torrijos chapado sine die, es buena idea crear una especie de multicines en el C4. Cine clásico en Medina Corella y cine de autor en Miraflores. Doble sesión.

Confiemos en que doña María Isabel, tras su encuentro esotérico con Colau y Carmena de esta semana, nos traiga el final para esta triste película.

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