Efeméride

25 años del atentado de ETA en Córdoba | «Mi hijo, el sargento Ayllón, estaba empezando a vivir»

Como cada 20 de mayo, los padres del sargento Ayllón acuden este jueves a Carlos III, donde los terroristas lo asesinaron, a dedicarle una flor: solo faltaron el año pasado por el Covid-19

El lugar de los hechos al poco de la explosión ABC
Rafael Aguilar

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EL día que iban a matar a su hijo Miguel Ángel, Manuel Ayllón , que tenía entonces 57 años, se levantó temprano pensando que estaba estrenando una nueva vida. «Acababa de jubilarme de Telefónica y cogí el coche para ir a un campito que tengo cerca de Málaga capital, donde vivía y sigo viviendo, a echar la mañana. Puse la radio. Escuché las noticias mientras conducía. Y me di cuenta de que ya nada iba a ser como lo había planeado».

El hombre, ya octogenario, volverá hoy a Córdoba , donde ha estado cada 20 de mayo desde 1996 con la única excepción de 2020 y porque el coronavirus le impidió, a él y a su esposa, Ascensión , moverse de su domicilio.

«No quise creérmelo»

«Al principio no quise creérmelo, pensé que en Córdoba había muchos Ayllón , pero pronto el locutor dijo el nombre de Miguel Ángel... Me di la vuelta y me fui a casa. A mi mujer ya la habían llamado, un oficial del Ejército , y se lo habían comunicado. En esas situaciones no sabes cómo reaccionar, dónde meterte, qué decir. Nos fuimos para Córdoba ese mismo día, claro...», recuerda Manuel.

El alcalde en 1996, Rafael Merino, entra en un bloque afectado para visitar a los vecinos ABC

«Eran las ocho menos veinticinco de la mañana.El sargento Ayllón , el alférez Granado y el capitán Antonio Duque se encontraban en la parada, situada en la avenida de Carlos III, esperando el autobús militar que les debía trasladar hasta el acuartelamiento de Cerro Muriano, situado a unos 18 kilómetros de la capital cordobesa», arrancaba la crónica del atentado que publicó ABC el 21 de mayo de 1996, y que estaba firmada por Antonio Muñoz Hidalgo .

El periodista Jacinto Mañas era el jefe de prensa del alcalde en aquellos momentos, Rafael Merino (PP) . «Estaba a punto de salir de casa para el trabajo y me llamó inmediatamente el alcalde y a los pocos minutos escuché la noticia en la radio y ambos nos dirigimos a Carlos III en el c oche oficial », rememora.

El suboficial, en una excursión en barco en Cancún sobre 1994 ABC

«Hubo mucha confusión. Recuerdo que toda esa mañana la pasamos en el lugar del escenario. Visitando los locales de la zona afectados y tranquilizando en la medida de lo posible a los vecinos. En la misma zona estuvimos recibiendo a personalidades, como al ministro de Defensa o al delegado de Gobierno en Andalucía , que había tomado posesión esa misma mañana en Madrid . No paré de pasarle el móvil al alcalde para atender las numerosas entrevistas en todos los matinales nacionales de las emisoras: el móvil tenía dos baterías y una de ellas estaba permanente en carga porque era un no parar», añade.

Una tubería en desuso de Carlos III tiene aún visible el daño de la metralla VALERIO MERINO

Merino y su asesor para las relaciones con los medios de comunicación atendían las llamadas de las radios y de las televisiones entre dos turismos cercanos al lugar del atentado, cerca del número 5 de la avenida. «Horas más tarde, la Policía descubrió que esos dos coches tenían la matrícula doblada, y resultaron estar cargados de explosivos para hacerlos estallar también, haciendo lo que los expertos llaman efecto sándwich», apostilla Mañas .

Los terroristas sí accionaron a primera hora de la mañana la bomba que la noche anterior habían colocado en un contenedor de basura, y que fue la que acabó con la vida del sargento de Ingenieros , pero algo falló con las que tenían preparadas para el segundo golpe, y que los agentes de Policía descubrieron por la tarde de ese 20 de mayo. Los artificieros desactivaron el artefacto colocado en uno de los dos utilitarios, y provocaron el estallido del que contenía cuarenta kilos de amosal y que estaba alojado en el otro a las diez de la noche: los destrozos en las casas del vecindario fueron altos y hubo ocho heridos.

«El dolor no se va por mucho que hayan pasado ya veinticinco años», asegura el exalcalde Merino

A Rafael Merino se le eriza la piel cada vez que pasa por Carlos III. «El dolor no se va por mucho que hayan pasado veinticinco años. No teníamos sospecha de que eso podía suceder, aunque es verdad de que en esa época sabías que a cualquiera le podía tocar», explica el exrregidor sobre el suceso que se produjo solo unos meses antes del asesinato de dos policías locales en El Pretorio .

«Los daños en las casas colindantes a la explosión fueron muchos, y subí a tranquilizar a los vecinos y a decirles que Vimcorsa se iba a hacer cargo de los arreglos, como así ocurrió», suscribe quien el 20 de mayo de 1996 no llevaba ni un año al frente del Ayuntamiento .

Noticia de ABC el 21 de mayo de 1996 ABC

Esa mañana, Carmen Ventura Ortiz estaba en el bar Pedro, que regentaba con su marido, Pedro Vargas , en el número 13 de la avenida que ETA eligió para el crimen: «Vivíamos en un piso colindante y mi hijo Agustín estaba malo, en casa. Escuché la bomba. Pasamos mucho miedo. A los pocos minutos entró en nuestra cafetería el médico que venía de ver a mi hijo en el piso y que fue el primero que se acercó al militar que falleció. Nos dijo que el muchacho había muerto, que no se podía hacer nada por él».

Que Miguel Ángel Ayllón , de 27 años, estuviera esa mañana esperando el autobús que lo llevase a Cerro Muriano fue una casualidad. «Había estado de baja un tiempo por un accidente ‘in itinere’ bajando de la base, y ese día se reincorporaba. Vivía en un piso de la ciudad con Silvia, su novia de toda la vida, que también era malagueña. Mi hijo y ella estaban empezando a vivir», reflexiona el padre de la única víctima mortal de ETA en Córdoba y de la primera con el PP en el Gobierno José María Aznar llevaba solo unas semanas en La Moncloa—.

Carmen, vecina de Carlos III, 13: «El médico que venía a ver a mi hijo fue el primero que atendió al sargento»

«Unos días antes de que pasara lo que pasó habíamos ido a verlos desde Málaga mi mujer y yo, para celebrar que yo me jubilaba, y nos llevaron a tomar unos vinos por ahí. Hay que ver...», completa el progenitor del malogrado suboficial del Ejército de Tierra que entró muy joven en la carrera castrense y que la compatibilizaba con otras fuertes inquietudes, como la escritura. ETA no le dejó que las cultivara.

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