LA PRIOSTÍA

Una Semana Santa de Córdoba de dulce

El histórico negocio del Horno de la Cruz ejemplifica la demanda creciente de torrijas, pestiños o roscos fritos

Dos dependientas del establecimiento situado junto a la iglesia de San Miguel ROLDÁN SERRANO

RAFAEL C. MENDOZA

La tradición de comer dulces como torrijas, pestiños o roscos fritos en Cuaresma no sólo no va a menos, sino que se ha disparado enormemente con el paso de los años. Nadie quiere renunciar a esta dulce tentación que preparan cada Semana Santa los obradores cordobeses, especialistas de primer nivel en el cuidado de este clásico gastronómico.

Es más, como afirma el titular del Horno de la Cruz, Bernabé Jiménez, la producción de este tipo de dulces —un «saco» en el que tienen cabida desde las torrijas hasta los buñuelos, los pestiños y las flores— lleva en marcha y a un ritmo frenético desde el Miércoles de Ceniza. El cliente «no falta» a su cita anual con la torrija y esta histórica pastelería cordobesa es uno de los referentes en este sentido.

En estos días de atrás, de Lunes a Miércoles Santo, Jiménez resalta que «hemos estado a tope», no sólo para abastecer a los clientes que, a título individual, llegan para comprar su bandeja de torrijas, sino para los hospitales, algún colegio y encargos de otros colectivos que llegan a Horno de la Cruz. «Hay días punteros que sacamos hasta 600 torrijas», precisa, al tiempo que estima que a lo largo de la Cuaresma y la Semana Santa sólo en Horno de la Cruz se producen «más de 10.000 torrijas», una cifra a la que hay que sumar otros miles de pestiños, buñuelos y ese largo etcétera de dulces tan ligados tradicionalmente a estas fechas.

Torrijas, pestiños y roscos fritos

Pero, para los que piensen que todas las torrijas, pestiños o roscos fritos son iguales, ¿dónde está exactamente la diferencia entre unos dulces y otros? Jiménez responde claramente a esta pregunta y precisa que, «por ejemplo, en nuestro caso, nuestro producto es siempre casero y tradicional, no como en otros sitios donde tiran de congelado». Añade que en su caso se trata de la «cuarta generación como obrador y como nosotros quedan pocos».

Efectivamente, desde 1880 hay constancia de que Horno de la Cruz está en pie —aunque podría haber tenido actividad incluso antes—. En estos cerca de 140 años, apunta Jiménez, se han preocupado de «producir torrijas y pestiños en Cuaresma y Semana Santa, al igual que gachas para los Santos y el Roscón de Reyes». Detalles como los que aporta Horno de la Cruz son los que permiten concluir que tradiciones como ésta permanecen vivas, «y mucho», como expresa el propio titular del negocio.

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