MUERTE EN NÍJAR

Caso Gabriel Cruz: Patricia, el rostro humano de la bondad

La madre del pequeño, un ejemplo de humanidad desde que desapareció el pequeño

Patricia Ramírez, madre del pequeño Gabriel EFE

RAQUEL PÉREZ

Dicen que no hay mayor dolor en el mundo que el de la pérdida de un hijo y que llenar ese vacío cuesta lo mismo que secar un océano. Pero en ocasiones quien menos te lo esperas te sorprende al ser capaz sin esfuerzo de absorber hasta la última gota de los mares con sus gestos. La de Patricia Ramírez es una forma de ser muy «rara», porque es tremendamente complicado convivir con la persona que te ha arrebatado lo que más querías y no tenerle ni el más mínimo rencor, al contrario, siente pena.

Esta técnico en actividades deportivas, diplomada en educación física e investigadora en ejercicio y salud, ya apuntaba maneras en lo que ha bondad se refiere cuando en 2005 se enfundó el traje de Indalete para llevar la imagen de los Juegos Mediterráneos de Almería por todos los rincones y conquistar de manera inconsciente el cariño de los más pequeños. Su trayectoria curricular es tan impresionante, en lo que a ayudar al prójimo se refiere, como el tamaño de su corazón. Un sentimiento el suyo, que tras perder al amor de su vida, a su «pescaíto», donó el recuerdo más preciado de éste a un hombre que supo conquistarla también con los gestos y la honradez. La bufanda azul de su pequeño Gabriel , la que lució todos los días de búsqueda, se la regaló al ciudadano Juan Ignacio Zoido.

Era una muestra más, la enésima, de la entereza de una mujer, a la que le va a costar muchísimo sobreponerse a un varapalo tan duro, pero que se ha ganado el cariño de todo un país. Supo como nadie granjearse el amor y el apoyo de todos los españoles con un simple trazo sobre un papel en blanco. La silueta de su «pescaíto» va a perdurar en el corazón de los millones de personas que durante una docena de interminables jornadas buscaban una explicación a lo que no la tenía, ni la tendrá.

Sólo ella ha sabido encontrar ese sentido a tan cruel final. «Mi niño ha ganado . Sabemos que Gabriel está ya en algún lugar con sus peces y que la bruja mala del cuento ya no existe». Y lo más importante, ha obligado a la sociedad a desprenderse de la «rabia» , a dejarla a un lado como ha hecho ella y a ser agradecidos, que no se sabe si será de bien nacidos, pero sí un don de aquellos que se visten por los pies, no para participar en pruebas de atletismo que tanto la apasionan, y que son tan trasparentes como las lágrimas que recorren su rostro, que en determinados momentos cuesta diferenciar si son de tristeza o alegría. Así es Patricia Ramírez, la madre que parió hace ocho años un biólogo marino en cierne s, al que la «bruja» segó de cuajo la vida, la misma que quiso sin éxito colmar de ira a una mujer sobrenatural.

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