Santiago Martín

El Vaticano responde a la foto

No se dialoga con los delincuentes. Se dialoga con los que respetan la ley

Santiago Martín

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Los independentistas llevan todo el tiempo buscando fotos. Son sus armas predilectas. Han buscado la foto del impávido mártir que frena al tanque con su sola presencia, tipo Tiananmen (se atribuye a Puigdemont la frase: «si entran los tanques hemos ganado»). A cambio sólo han logrado la foto de la abuelita supuestamente agredida por la policía, que ha herido mucho a los espíritus sensibles del mundo, esos que piensan que un Estado debe afrontar problemas tan graves como la sedición lanzando claveles sobre la gente. Estos «espíritus sensibles» no se han planteado por qué estaba allí la abuelita, en primera línea, sabiendo lo que podía pasar. Lo mismo que no se han planteado por qué han estado utilizando los independentistas a niños y ancianos como «escudos humanos», al más puro estilo de los terroristas musulmanes.

A los que no ha engañado la foto han sido a las autoridades vaticanas. Tanto el Santo Padre como el secretario de Estado, han rechazado la independencia de Cataluña y cualquier vía de diálogo que no implique respeto a la Constitución. Del mismo modo ha reaccionado el cardenal de Barcelona ante la oferta envenenada de que se convirtiera en mediador. Es lo que lleva diciendo el Gobierno desde el principio: renuncien a la independencia y hablamos. El diálogo no lo ha roto la autoridad legítima de España, sino los que han puesto a las ancianas y a los niños al alcance de las unidades antidisturbios porque no les importaban ni siquiera sus abuelos y sus hijos, sino que les importaba la foto.

Por eso es más importante aún el rechazo del Vaticano a la independencia, porque se produce en plena oleada de criminalización de las fuerzas del orden público, que han hecho el mínimo daño posible a aquellos que buscaban que les hicieran mucho más. La Iglesia no se ha dejado engañar, lo cual no significa que haya bendecido una barra libre para el uso de la violencia. Las medidas tienen que seguir siendo proporcionadas. Pero pensar que, ante la demagogia y el anarquismo hay que responder sólo con buenas palabras es dar la batalla por perdida. No se dialoga con los delincuentes. Se dialoga con los que respetan la ley. Lo otro es un chantaje, aunque lo hagan las abuelitas.

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