La pizzería Nápoles ha llevado al Vaticano tres hornos portátiles y empleados hasta el Vaticano para disfrutar de la ceremonia de canonización de la Madre Teresa de Calcuta
La pizzería Nápoles ha llevado al Vaticano tres hornos portátiles y empleados hasta el Vaticano para disfrutar de la ceremonia de canonización de la Madre Teresa de Calcuta - ABC

«Pizza con el Papa» para 1.500 «huéspedes» de las Misioneras de la Caridad

Los pobres y los sin techo acogidos en Italia ocuparon el lugar de preferencia en la ceremonia

Ciudad del Vaticano Actualizado: Guardar
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Cuando una madre celebra una fiesta, lo que más desea es que disfruten sus hijos. Por eso, durante la ceremonia de canonización de Teresa de Calcuta, mil quinientos «huéspedes» de las Misioneras de la Caridad en toda Italia ocuparon un lugar de honor en el atrio de la basílica de San Pedro, a la izquierda del altar.

Y toda fiesta incluye una comida. En este caso, a base de sabrosa pizza napolitana preparada por una famosa pizzería de Nápoles que llevó hasta el Vaticano tres hornos portátiles y una veintena de sus empleados. Instalaron los hornos en el gran patio- aparcamiento delante del Aula de las Audiencias, y se pasaron trabajando toda la ceremonia.

Poco después de la una, cuando los invitados estaban llegando, el Papa Francisco fue a saludarles.

La sonrisa de felicidad con los «pizzeros» y algunos de sus hijos que les acompañaban es uno de los mejores recuerdos del día.

La comida fue servida por 250 Misioneras de la Caridad, 50 hermanos de la congregación masculina y algunos voluntarios. El gran vestíbulo del Aula de las Audiencias es un lugar muy grato para una comida de fiesta.

Mientras esperaban para pasar el control de entrada en el Vaticano, las personas sin techo que duermen en los albergues de las Misioneras de la Caridad o las personas pobres que acuden a comer a sus cocinas de beneficencia comentaban con satisfacción sus «privilegios».

La gran mayoría habían viajado de noche en autobús con los peregrinos de la respectiva ciudad -Milán, Florencia, Bolonia, Nápoles, etc.-, pero también había muchos de las casas de Roma, incluida el «Don de María», situada en territorio vaticano por encargo de san Juan Pablo II, y cuya puerta se encuentra apenas cincuenta metros más allá.

Un italiano de aspecto muy normal comentaba que: «algunos voluntarios hemos sido invitados también a la comida junto con nuestros ‘huéspedes’. Las Misioneras de la Caridad no les llaman pobres sino ‘huéspedes’». Una de las personas sin techo que estaba esperando en la fila afirmaba con agradecimiento y casi satisfacción: «Yo vivo en una congregación como huésped».

Santa Teresa

A la Madre Teresa, que era capaz de hacer cualquier cosa para dar de comer a las personas necesitadas, le hubiese encantado esta fiesta con sus «huéspedes» italianos.

Una vez, durante una situación de emergencia económica en su casa de Londres, se fue ella misma a un supermercado, cargó carros por valor de 500 libras de alimentos y se puso en la cola para pagar, a la espera de que alguien tuviese la amabilidad de hacerlo por ella. Naturalmente, al cabo de un rato lo consiguió.

Más dramático fue el modo en que logró poner fin al asedio por hambre en 1986 a la ciudad de Juba en Sudán, durante la guerra crónica que todavía sigue desangrando ese país.

El Papa Juan Pablo II le había pedido, en Castel Gandolfo, que hiciese algo. Al día siguiente, la Madre Teresa se reunía en Jartum con Staffan de Mistura, entonces representante del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas, cuyos aviones no podían volar hasta Juba porque los derribaban con misiles.

Una vez entendido el problema, la Madre Teresa le pidió que llamase al presidente norteamericano Ronald Reagan quien, una hora después, se ponía al teléfono para escuchar a la religiosa del sari blanco y le prometía presionar al presidente sudanés para que permitiese los vuelos a la ciudad cristiana en territorio rebelde.

Al día siguiente salía el primer avión, un viejo DC9, cargado de alimentos, con Staffan de Mistura y la Madre Teresa a bordo.

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