El Papa Francisco se postra ante el altar mientras preside la ceremonia de la Pasión de Cristo del Viernes Santo en la basílica de San Pedro del Vaticano
El Papa Francisco se postra ante el altar mientras preside la ceremonia de la Pasión de Cristo del Viernes Santo en la basílica de San Pedro del Vaticano - EFE

El Papa se postra cuatro minutos en el suelo en los oficios de Viernes Santo

El predicador Cantalamessa presenta un Cristo sereno de Dalí como símbolo de esperanza

CORRESPONSAL EN EL VATICANO Actualizado: Guardar
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Con la dificultad de una persona de ochenta años aquejada de problemas articulares y ciática, el Papa Francisco se ha prostrado sobre el pavimento de la Basílica de San Pedro al comienzo de los oficios en la tarde del Viernes Santo.

Su oración, en un silencio que se podía cortar, se ha prolongado un minutos, dos, tres… y así hasta llegar a cuatro durante un tiempo que parecía hacerse interminable en una Basílica sin flores y sin adornos, que no aparecerán hasta la noche del sábado, vigilia de la Resurrección.

Los oficios del Viernes Santo se caracterizan porque el Papa no predica sino que se limita a escuchar la homilía del predicador de la Casa Pontificia, Raniero Cantalamessa, un capuchino de 82 años, miembro de la renovación carismática católica desde que recibió inesperadamente el bautismo del Espíritu en 1967.

El padre Cantalamessa, nombrado predicador de la Casa Pontifica en 1980 por san Juan Pablo II, lleva nada menos que 27 años predicando ante los Papas en la ceremonia que rememora la Pasión y muerte de Jesús.

En este Viernes Santo, el capuchino tímido y de barba blanca ha comenzado su homilía refiriéndose a los atentados del Domingo de Ramos en Egipto y la facilidad para olvidar en poco tiempo la muerte de los inocentes. En llamativo contraste, según Cantalamessa, «¿Por qué, entonces, después de 2000 años, el mundo recuerda todavía la muerte de Jesús de Nazaret como si hubiera sucedido ayer? El motivo es que su muerte ha cambiado el sentido mismo de la muerte», convirtiendo el dar la vida por otros en la antesala de la resurrección.

Sociedad «líquida»

Cantalamessa, doctor en literatura además de teología, ha citado la sensación de fragmentación y de que «vivimos en una sociedad ‘líquida’, ya no hay puntos firmes, valores indiscutibles; todo se ha vuelto fluctuante, incluida la distinción de sexos», con la impresión de vagar «a través de una nada infinita».

La desazón contemporánea tiene múltiples motivos pero es importante no equivocarse en el diagnóstico. Según el padre capuchino, «no es verdad que ‘donde nace Dios, muere el hombre’ como decía Sartre, sino lo contrario: donde muere Dios, muere el hombre«.

En un pasaje bellísimo, Cantalamessa ha comentado que Salvador Dalí «pintó un crucificado que parece una profecía de esta situación. Una cruz inmensa, cósmica, con un Cristo monumental, visto desde arriba, con la cabeza reclinada hacia abajo. Sin embargo, debajo de él no existe la tierra firme, sino el agua. El crucifijo no está suspendido entre cielo y tierra, sino entre el cielo y el elemento líquido del mundo».

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Efectivamente, «El Cristo de San Juan de la Cruz», realizado en 1951, presenta un Crucificado en actitud muy serena suspendido en el aire sobre un paisaje de la bahía de Port Lligat envuelta en una extraña luz y

Misteriosas nubes

Según Cantalamessa «esa imagen trágica, con el trasfondo de una nube que podría aludir a la nube atómica, contiene, sin embargo, una certeza consoladora: ¡Hay esperanza incluso para una sociedad líquida como la nuestra!» Y la hay «porque encima de ella está la cruz de Cristo», cantada en la liturgia del Viernes Santo como «Salve, oh cruz, esperanza única del mundo».

Tomando como la imagen de una famosa novela, el padre capuchino ha afirmado que «el corazón de tinieblas no es solamente el de algún malvado escondido en el fondo de la jungla. En distinta medida está dentro de cada uno de nosotros».

Es lo que ya la Biblia llama «el corazón de piedra», es decir, «el corazón cerrado a la voluntad de Dios y al sufrimiento de los hermanos, el corazón de quien acumula sumas ilimitadas de dinero y permanece indiferente ante la desesperación de quien no tiene un vaso de agua para dar al propio hijo».

Eran palabras que invitaban a hacer examen sobre la propia conducta y no sobre la de los demás, dejando de lado la tentación continua de juzgar a los otros.

La liturgia en la Basílica de San Pedro, corazón mundo católico, dejaba claro que el El Viernes Santo es momento de humildad, de examen y de pedir perdón por los pecados propios.

El programa del Papa incluye, a partir de las 21.15, el Vía Crucis nocturno en el Coliseo, cuyas meditaciones para este año han sido escritas por la biblista francesa Anne-Marie Pelletier. Su sensibilidad de experta en Sagrada Escritura y madre de tres hijos se nota claramente en los textos de cada estación.

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