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Vídeo: Tradición e innovación conviven en el roscón de Reyes.

El origen del roscón de Reyes: una fiesta pagana de los romanos que luego se «cristianizó»

La fabricación de este dulce comenzó mucho antes del nacimiento de Cristo. Era una festividad que celebraba el nacimiento del sol y que terminaba el 25 de diciembre, nunca el 6 de enero

Madrid Actualizado: Guardar
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La mayoría de las costumbres navideñas que hoy mantenemos son fruto de una larga evolución. El árbol de Navidad, la dualidad entre Santa Claus y San Nicolás, el roscón de Reyes... Algunas tienen un origen más difuso que otras, pero en el caso de este dulce navideño hay bastante consenso. Como tantas otras costumbres navideñas, el roscón tiene su origen en una festividad pagana que, para sobrevivir al paso del tiempo, de vistió de cristiandad.

Los expertos (los maestros confiteros en este caso) sitúan el nacimiento del roscón varios miles de años antes del nacimiento de Cristo. Por entonces, los romanos celebraban una fiesta de origen pagano que duraba una semana y se extendía hasta el 25 de diciembre.

Como hemos dicho, aún faltaba mucho para el nacimiento de Jesucristo, por lo que las celebraciones terminasen el 25 de diciembre no tenía nada que ver con el Mesías. Esta fiesta conocida como «saturnales» conmemoraba el nacimiento del sol y los romanos la celebraban consumiendo alimentos dulces y licores. Las saturnales romanas coincidían con el solsticio de invierno y el aumento paulatino de las horas de sol. Es decir, los romanos celebraban que poco a poco los días empezaban a ser más largos.

En el marco de las saturnales se elaboraban una especie de tortas redondas que se entregaban a la gente de clase inferior, como los esclavos y los plebeyos. Estos «bollos» tenían una composición muy distinta a la de los actuales roscones: se cree que estaban hechos a partir de calabaza, miel, higos y dátiles. Lo que no ha cambiado es la costumbre de introducir dentro de la masa objetos con significado: en las saturnales nació la costumbre del haba.

«Poco a poco —escribió Jaime Nuño González en «El diario montañés» hace unos años— se fue generalizando la costumbre de meter dentro un haba seca como signo de buena suerte para quien la encontraba, que entonces era nombrado Rey de la fiesta o Rey de Reyes y “gobernaba”, a su antojo, durante uno o varios días, siempre en tono burlesco. La cosa venía muy al pelo para que esa torta o rosca pasara a ser el postre oficial de la cristiana festividad de los Reyes Magos, es decir, para convertirse en el Roscón de Reyes».

Después llegaron las figuritas de cerámica e incluso el dinero, premios mucho más suculentos que desplazaron el haba del imaginario colectivo. Hoy esta legumbre está considerada casi un signo de mala suerte en vez de prosperidad como lo fue en su momento.

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