Santiago Martín

Un futuro preocupante

Se critica mucho a Trump, y en algunas cosas con razón, pero ya quisiera yo alguien así en España, al menos en lo concerniente a la defensa de la familia y de la vida

Santiago Martín
Madrid Actualizado: Guardar
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Los congresos del PP y de Podemos han puesto de manifiesto lo que cada uno de esos partidos es no sólo para España sino también para los católicos españoles. El PP no ha querido aclarar su postura en algunas cuestiones éticas relevantes, porque en su seno conviven dos tendencias muy enfrentadas al respecto; si la nueva Villalobos, la señora Cifuentes, lograra auparse algún día con el poder en ese partido, a los católicos no nos quedará ya ningún motivo para seguir confiando en él.

En cuanto a Podemos, la feroz lucha entre los malos y los peores -desde el punto de vista católico- se ha saldado con la victoria de los segundos, que enseguida se han puesto a trabajar.

Inmediatamente han aprobado una resolución en el Parlamento instando al Gobierno a que suprima la exención del IBI a la Iglesia y a que derogue los Acuerdos con el Vaticano. Como son ellos, los podemitas, los nuevos distribuidores de la cédula de autenticidad izquierdosa, el PSOE se ha sumado a la propuesta, a pesar de que cuando gobernó, incluso con mayoría absoluta, ni cobró ese impuesto ni derogó los Acuerdos.

¿Cuánto tardará en producirse el asalto al poder por esta izquierda agresiva anticatólica? ¿Es sólo cuestión de tiempo? Y en el otro lado, en los que impiden que lleguen a gobernar, ¿qué esperanzas podemos encontrar los católicos? Se critica mucho a Trump, y en algunas cosas con razón, pero ya quisiera yo alguien así en España, al menos en lo concerniente a la defensa de la familia y de la vida. Con una Cifuentes que cada vez se mimetiza más con la señora Clinton y un Iglesias que sueña con emular a Maduro, no tenemos muchos motivos humanos para mirar al futuro con tranquilidad.

Pero también debemos echar una ojeada a lo que pasa dentro de casa. La jerarquía católica está inquieta y preocupada pero no lo demuestra. Algunos piensan que es desinterés o falta de liderazgo; a mí me parece que en un río tan revuelto como es la política española, la prudencia es una virtud imprescindible. Más me preocupa la escasísima presencia de laicos católicos en la vida pública. Quizá no les dejen estar, pero hoy su voz es más necesaria que nunca.

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