Una de las aulas del colegio durante una lección en la que puede verse la sintonía entre el profesorado y los alumnos.
Una de las aulas del colegio durante una lección en la que puede verse la sintonía entre el profesorado y los alumnos. - Heidi L. Augestad
Educación

Enseñanza de calidad low-cost en un barrio desfavorecido

La escuela Jeppe Park Primary abrió en enero de 2016 en una de comunidades más desatendidas de Johannesburgo.

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“El otro día me contaron una anécdota: esta es una comunidad conflictiva y hay un traficante de drogas en la esquina. Uno de los nuestros se acerca a él y le comenta que esto es una escuela, que quizá no debería trapichear aquí. El hombre se excusa diciendo que tiene que vender drogas para poder mandar a su hijo al colegio”, lo cuenta Melanie Smuts, CEO y fundadora de Streetlight Schools, al diario ABC. En esta dura realidad de una de las comunidades más desatendidas de Johannesburgo (Jeppestown), dos emprendedoras -un tanto soñadoras- han creado una escuela puntera, sin ánimo de lucro, low-cost y con enseñanza de calidad basada en dos de los mejores sistemas educativos del mundo (el neozelandés y el finlandés).

El modelo se centra en la investigación, la colaboración, la exploración, la relevancia y el uso de la tecnología para enseñar y aprender.

Un rayo de esperanza para los más necesitados

Streetlight Schools nace en 2013 con el objetivo de ofrecer educación de calidad a aquellos que más lo necesitan. Por eso su primera escuela, Jeppe Park Primary, se encuentra en este barrio marginal. Su directora de estudios, Heidi L. Augestad, nos cuenta cómo se gestó la idea: “Me di cuenta que tanto aquí como en Noruega (su país natal), rebajamos las expectativas cuando se trata de personas pobres. No hay inversión porque la gente pobre ‘no lo necesita’ y eso mismo se extrapola a la educación”. Esta experimentada profesora opina que, precisamente estos, son los que más necesitan una educación de calidad, con una buena metodología y con muy buenos profesores. Poco le importa que sus alumnos vengan sin ningún tipo de experiencia académica ni de entrenamiento social. “Algunos no habían cogido nunca un lápiz (literalmente), ni habían hecho nunca un dibujo, ni hablaban inglés” añade Smuts mientras muestra, orgullosa, las redacciones de sus alumnos colgadas en la pared.

“En áreas pobres se construyen escuelas en contenedores, y no se invierte en patios de recreo. En este barrio viven tantos niños como en el centro de la ciudad y aquí no hay ningún patio para ellos”, se queja Augestad. Esta escuela, que sí dispone de una zona de recreo, está ubicada en una antigua fábrica de zapatos abandonada, como tantos otros edificios, tras el fin del Apairtheid. Un grupo de arquitectos e interioristas han convertido un espacio totalmente diáfano en un lugar único e innovador, low-cost y sostenible usando materiales reciclados y reutilizando elementos que han ido rescatando del mismo barrio. De hecho, se trata de la primera escuela del país eco-friendly en conseguir la distinción Green Star SA.

Los alumnos de la escuela Jeppe Park Primary en su recreo, tras la valla otros niños jugando al fútbol en el parque.
Los alumnos de la escuela Jeppe Park Primary en su recreo, tras la valla otros niños jugando al fútbol en el parque. - Alba Amorós

Según Smuts, una escuela tiene que ser parte de la comunidad a la que sirve: tiene que saber qué preocupa a las familias, tiene que conocer sus limitaciones y sus posibilidades. Estas instalaciones escolares, los uniformes, la alimentación, los servicios sociales y el multilingüismo están diseñados para trabajar dentro del marco de Jeppestown.

Un cambio radical en el aprendizaje

En Jeppe Park Primary, reconocida como escuela desde enero de 2016 y que ya cuenta con 130 alumnos, se desvinculan del sistema educativo clásico y precario de Sudáfrica, con maestros desbordados y poco formados que dependen del aprendizaje mecánico y de estilos de enseñanza tradicionales. Un sistema que favorece que muchos estudiantes no estén cumpliendo con los estándares globales de alfabetización. “Entre el 60-70% de los alumnos de la escuela pública no son capaces de leer ni de contar”, dice Smuts. Y continúa: “los sistemas de educación tradicionales son muy jerárquicos, incluso autoritarios y matan, en muchos casos, la curiosidad y la creatividad del alumno.”

Para Smuts la educación debe ser flexible, responsable, sensible, debe ser creativa y crítica. “Es mucho más que un trabajo académico, se trata de cómo eres como persona, tiene que basarse en tus valores y habilidades, en cómo ves el mundo y como te involucras. Tiene que ser relevante”. Por eso su sistema no se basa en un profesor diciendo a los chicos qué hacer y cómo hacerlo si no que se trata de un profesor guiando al alumno para que se abra al mundo y entienda su rol en él.

Melanie Smuts

“El objetivo de este proyecto es demostrar que se puede diseñar un sistema moderno, exitoso e innovador usando los mismos recursos que el resto de escuelas y pretende demostrar también las grandes cosas que se pueden hacer en este país”, cuenta la abogada.

¿Qué es el método Workshop?

La metodología Workshop (taller) pone el foco en el contexto y al alumno, en el centro. Es un modelo estandarizado con una estructura básica de lecciones que facilita el aprendizaje minimizando el tiempo de instrucción del profesor y maximizando el tiempo dedicado al aprendizaje activo por parte del alumno. “Este método se basa en desarrollar habilidades sociales y motivar al alumno a que quiera aprender,” apunta la directora.

Una clase de 45 minutos de este modelo de trabajo tiene la siguiente estructura: hay una apertura con una duración de unos 2 minutos en la que se introduce el tema del día, después hay una pequeña lección por parte del profesor de unos 10-12 minutos donde éste debe asegurarse de que todo el mundo haya entendido los conceptos presentados. Para estas dos fases los alumnos se sientan en círculo. A continuación, los estudiantes tienen unos 20-25 minutos para trabajar individualmente o en grupo con los materiales aportados y los conceptos aprendidos. Cuando terminan, vuelven al círculo para presentar las conclusiones (5 minutos).

La relación, por tanto, entre el profesorado y el alumnado es de cooperación. “Facilitar este tipo de aprendizajes en los que el alumno trabaja la mayor parte del tiempo de manera independiente es un reto. Por eso una parte importante de mi trabajo es la gestión del profesorado y el dotarles de mecanismos y herramientas para que puedan llevar a cabo su trabajo de manera satisfactoria”, explica Augestad.

Actualmente la escuela cuenta con 130 alumnos (y una larga lista de espera) y nueve profesores de los cuales cuatro de ellos están altamente cualificados y los otros cinco son tutores a los que están formando para que puedan dar la misma educación de calidad que los primeros. Todos ellos igual de comprometidos según la jefa de estudios.

“Una buena escuela debe encontrar el equilibrio entre el aprendizaje de las habilidades básicas (leer, escribir y contar) y desarrollar la curiosidad a través del aprendizaje colaborativo, basado en proyectos y la instrucción”, explica la docente. La tecnología y el arte tiene mucho peso en este sistema.

Otra herramienta básica de trabajo es el uso del lenguaje positivo. Esto es evitar palabras como “no”, “fracaso” u órdenes como “siéntate” para corregir comportamientos inadecuados. “Debemos ser muy conscientes de cómo hablamos y como les miramos, tenemos que ser modelos a seguir, tenemos que ser amables, inclusivos y seguros”, explica Augestad. Un ejemplo de ello es cómo se saludan. “No basta con un simple 'hola', se trata de mirar a los ojos, de escuchar lo que el otro tiene que decir, es sonreír y dar un abrazo”. Se trata de cómo lidian con el comportamiento conflictivo, como celebran los buenos intentos, como afrontan el fracaso para convertirlo en algo constructivo. Todo esto forma parte del desarrollo de habilidades sociales y personales que es la base para un programa académico.

Balance exitoso

Melanie y Heidi creen haber encontrado una receta para desarrollar una buena educación basándose en la práctica. “Creo que en un país donde hay tan poca esperanza y en el que tan pocas cosas funcionan…conseguir lo que hemos logrado en solo un año y medio es esperanzador, demuestra que solo con un poco de visión y compromiso hay suficiente talento y recursos para cambiar una comunidad tan complicada como esta”, declara la fundadora de Streetlight Schools.

“Muchos alumnos llegan perdidos y, en tan solo un semestre, se han desbloqueado para convertirse en seres totalmente capaces, receptivos y comprometidos. Nosotros solo hemos dejado salir su potencial”, declara la directora de estudios a ABC. Y es que para que haya un progreso académico deben gestionar también las dificultades y retos que los alumnos traen a clase cada día: familias rotas, problemas sociales, violencia, crimen, desempleo. Los niños de Jeppestown están totalmente expuestos. "Parte de nuestro trabajo es intentar que se diviertan, que aprendan y que sean niños en definitiva,” concluye Augestad.

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