José Francisco Serrano Oceja

El diálogo entre los obispos

Una magnífica oportunidad para un ignaciano examen de conciencia colectivo es la Asamblea Plenaria de los prelados españoles

JOSÉ FRANCISCO SERRANO OCEJA

Mañana comienza la Asamblea Plenaria de los obispos españoles, primera después de la astracanada secesionista. Una magnífica oportunidad para un ignaciano examen de conciencia colectivo y, también, para propiciar un sincero diálogo interno e iniciar un proceso de construcción de una narrativa maestra sobre el rol de la Iglesia, y su contribución a la ética pública y a la regeneración institucional, en la sociedad española del futuro. Existe la impresión de que los obispos no tienen engrasada la maquinaria de la conversación sincera y fluida más allá de los grupos de afines o de amigos como condición previa de un discurso concordante. La diferencia entre comunión eclesial y política eclesiástica está relacionada con la distinción entre diálogo fraterno y estrategia de poder. El Papa Francisco , en el último discurso a los obispos ordenados ese año, les dijo que «en el diálogo sereno, el obispo no tiene miedo de compartir, e incluso de modificar, su discernimiento con los demás: con los hermanos en el episcopado a los que está unido sacramentalmente. Os invito, por tanto, a cultivar la actitud de escucha, creciendo en la libertad de renunciar al propio punto de vista (cuando se muestra parcial e insuficiente), para asumir el de Dios».

En toda asamblea plenaria se cruzan dos agendas, los temas públicos y los reservados. No es lógico pensar que los obispos, además de abordar el presupuesto para el próximo año, no dediquen algunos minutos a la situación política y social de España. Esto no quiere decir que vayan a sorprendernos con un documento clarificatorio que restañe no pocas heridas y aclare no poco desconcierto. La educación va a ser la estrella de la próxima semana, la asignatura de religión en el horizonte del anunciado pacto educativo. Y, de paso, la reforma constitucional. Cuestiones nada disputadas internamente que tendrán el benéfico efecto de crear ámbitos de concordia y unidad de criterios. Por más que la Vicepresidenta del Gobierno, habitual interlocutora con la Conferencia Episcopal, emita señales de tranquilidad, hay quien en la sede de Añastro está inquieto. Quizá por aquello de que obras son amores y no buenas razones.

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