Santiago Martín

Las consecuencias de una locura

Ante la perspectiva de una reforma constitucional me temo lo peor

Santiago Martín

Esta funcionalidad es sólo para registrados

Al margen de lo que suceda la semana que viene en Cataluña, una cosa parece clara: en un plazo relativamente breve se va a proceder a una reforma de la Constitución. La Carta Magna, en nuestro país y en cualquier otro, no es la Biblia y, por lo tanto, puede ser reformada y a veces debe serlo. La cuestión, pues, no es esa, sino cuál va a ser el contenido de la reforma.

Cuando la actual Constitución se gestó, la España de entonces no era como la de ahora, pero ya entonces un importante grupo de católicos, presididos por el cardenal de Toledo -Don Marcelo-, votaron en contra. Quizá veían las trampas que después salieron a la luz y que permitieron aprobar leyes como la del aborto o como la legalización de los matrimonios del mismo sexo. Pero, al fin, en la Constitución de 1978 había algún freno al relativismo total y por eso el Tribunal Constitucional lleva años sin resolver el recurso presentado en su día por el PP contra la ley del aborto de Zapatero, que lo consideraba un derecho. Los magistrados del Constitucional saben que deben declarar ilegal esa ley, pero no se atreven a hacerlo y tampoco el Gobierno les presiona para ello.

Por eso, ante la perspectiva de una reforma constitucional me temo lo peor. Las pocas barreras a favor de la vida que hay desaparecerán y ya podemos prepararnos a todo tipo de tropelías contra los auténticos derechos humanos, empezando por la implantación de la ideología de género. Hoy los católicos ni tenemos la fuerza de los años setenta ni los líderes de entonces. Por eso tengo la impresión de que la reforma de la Carta Magna no sólo perjudicará nuestros derechos -probablemente se terminarán por derogar los Acuerdos Iglesia-Estado-, sino que dejará a los débiles más indefensos, aunque la demagogia comunista pretenda convencernos de lo contrario. Al final, la factura de la locura catalana la vamos a pagar los católicos y sobre todo la van a pagar los más frágiles de todos los españoles: los no nacidos, los ancianos y enfermos y las nuevas generaciones que serán adoctrinadas en ideologías contrarias a la razón y a la ley natural. Ellos han roto los platos y nosotros pagaremos los destrozos.

Comentarios
0
Comparte esta noticia por correo electrónico

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Reporta un error en esta noticia

*Campos obligatorios

Algunos campos contienen errores

Tu mensaje se ha enviado con éxito

Muchas gracias por tu participación