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Opinión

Cannabis, la droga que usaba la secta de los ismaelitas para realizar acciones como las de Daesh

Aún cuando no existe consenso en este sentido, se cree que la palabra asesino deriva de hashichin (consumidores de haschich), término árabe que dio nombre a una secta (ismaelitas) que utilizaba esta droga para inducir entre sus miembros comportamientos de gran crueldad

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El cannabis es una hierba anual con un tallo delgado de 1 a 2 metros de altura. Algunas variedades se cultivan por sus fibras, usadas para fabricar tejidos (probablemente los más antiguos conocidos); otras variedades, sobre todo cannabis sativa se han empleado con fines medicinales o hedonistas desde tiempo ha.

Las preparaciones de cannabis sativa (según nomenclatura de Linneo) reciben nombres muy diversos, tales como «cáñamo indio», «marihuana», «bhang» (preparado en infusión y bebido de manera ceremonial), «ganjah» (preferido por la secta de los rastafari), «charas» (uno de los más valorados del mundo), «kif», «hashish» (denominación en árabe latinizado); y estos mismos nombres en su transcripción fonética (vg, hachís). Existen otros localismos utilizados para referirse a esta planta y sus productos que son bien conocidos.

Esta planta herbácea crece de modo espontáneo en extensas regiones de Asia, India, Oriente Medio, países del Magreb y extensas áreas de América. No es muy exigente en las condiciones edafológicas, habiéndose aclimatado a numerosas regiones del planeta, algunas inhóspitas por su clima y tipo de suelo.

El historiador griego Herodoto da cuenta de como los escitas, gentes orientales que se dispersaron por Persia (actual Irán) desde la península de Crimea usaban las fibras del cáñamo para elaborar sus vestimentas y las semillas de la planta como aromatizantes y euforizantes en sus baños.

En un antiguo libro de 1921 (Origin and History of all the Pharmacopoeial Vegetable Drugs, Chemical and Preparations), escrito por J.U. Lloyd se referencian numerosos usos de la planta, y sus partes, en las culturas india y árabe. Este texto surgió a partir de otro anterior del año 1911 titulado Bulletin of the Lloyd (Botany, Pharmacy and Materia Medica). El cannabis es mencionado en uno de los cuentos de «Las Mil y Una Noches» («Historia de Garib y su hermano») cuando se escribe: … llegó hasta Garib, aspiró los polvos de bhang en su nariz y perdió sus sentidos…

Aun cuando se tiene constancia que la planta llegó a Europa en los últimos años del siglo XVII, su utilización era testimonial hasta la expedición de Napoleón en Egipto (1809-1810). De Sacy y Bouger revitalizaron el cannabis en la medicina europea durante bienio 1838-1839, tras los experimentos llevados a cabo en Calcuta (India) por O’Shaughnessy. Fue a partir de entonces cuando la planta y su resina se incluyeron en las farmacopeas europeas. Por aquella época se comerciaba abiertamente con la planta, y sus partes, en los bazares, siendo habitual la adición de sus semillas a muchos preparados culinarios. Era la época en que algunos viajeros románticos, atraídos por los cuentos de «Las Mil y Una Noches» y otros textos orientales, viajaban hasta Constantinopla (actual Estambul) donde adquirían especias y semillas exóticas en el otrora célebre mercado de especias. Con anterioridad las especias y semillas foráneas habían llegado a través de mercaderes venecianos, pero se reservaban únicamente a la aristocracia y el clero.

El inicio del uso hedonista del cannabis en Europa se ubica en el Club des Haschischins (el club de los «usuarios de hachís») que se reunían en el Hôtel Pimodan, en la Isle St. Louis, en el París de la década de 1840. Al igual que con la absenta, escritores y pintores eran asiduos de estas reuniones, algunos permanentemente endeudados (Honoré de Balzac), malditos otros (Charles Baudelaire), o de oscuros antepasados caribeños (Alexandre Dumas), y muchos más. Mientras Baudelaire o Théophile Gautier se limitaban a consumir la droga en sus reuniones, investigadores como Richet o Gley estudiaban a conciencia sus efectos médicos y conductuales.

Los graves problemas de adicción que surgieron en diversos países se tradujeron en políticas cada vez más restrictivas que convergieron en la «Convención Internacional del Opio» en el año 1925. Sin embargo, las políticas coercitivas tardarían en llegar. Por ejemplo, en Francia se prohibió según un Real Decreto en marzo de 1953.

Las primeras investigaciones sobre el cannabis carecían de validez científica porque se usaban preparaciones no estandarizadas en las que la riqueza en principios activos era muy variable, y los resultados de los distintos ensayos clínicos no eran contrastables. Todo comenzó a cambiar en el año 1964 cuando Raphael Mechoulam y Yehiel Gaoni, a la sazón en la Universidad Hebrea de Jerusalem, aisló el principal principio activo de la planta, el Δ1-3,4-trans-tetrahidrocannabinol. [Gaoni Y., Mechoulam R. Isolation, structure and partial synthesis of an active constituent of hashish. J Am Chem Soc., 1964; 86: 1646-7].

En aquellos años se había observado que los pacientes afectados de leucemia que fumaban asiduamente hachís sufrían menos náuseas cuando recibían ciclos de quimioterapia. Partiendo de esta observación, Stephen Sallan llevó a cabo un ensayo con doble ocultación (doble-ciego), que permitió confirmar la eficacia antiemética del tetrahidrocannabinol cuando se administraba por vía oral [Sallan SE., et al. Antiemetic effect of Δ1-3,4-trans-tetrahidrocannabinol in patients receiving cancer chemotherapy. N. Engl. J. Med., 1975; 293:795-7]. Estudios posteriores han confirmado este hallazgo. De hecho su empleo como antiemético se ha autorizado en algunos países o en determinadas circunstancias. Sin embargo, otros estudios han dado cuenta de significativos efectos adversos, tanto sobre el sistema cardiovascular como sobre el sistema nervioso central.

A partir de otra observación accidental se buscó una posible aplicación clínica. Los fumadores de hachís experimentaban menos lagrimeo durante la tarea de pelar cebollas. Se infirió que el tetrahidrocannabinol disminuiría la presión intraocular, un efecto beneficioso en pacientes con glaucoma, una grave patología ocular que si no se trata de modo adecuado puede llevar a ceguera irreversible. Los estudios confirmaron este supuesto. Sin embargo, la existencia de excelentes fármacos contra el glaucoma ha relegado al olvido esta aplicación potencial.

Ya en el año 1838 los extractos de cannabis de se estudiaron como posible tratamiento antiepiléptico [O’Saughnessy WB. Trans. Med. Phys. Soc. Benal. 1838; 71]. Otros estudios siguieron a éste, publicado en una revista india de mínimo impacto. En el año 1947 estudios realizados en animales demostraron que los extractos de marihuana protegían a los animales frente a las crisis convulsivas desencadenadas experimentalmente mediante electrochoque. Al igual que sucedió en el caso del glaucoma, el descubrimiento de numerosos y eficaces medicamentos antiepilépticos ha relegado al olvido su posible empleo como medicamentos anti-convulsionante. [Loewe S. Goodman LS. Fed Proc., 1947: 6: 352].

Acciones del cannabis (como droga)

Inicialmente provoca una sensación definida generalmente como de bienestar, euforia y excitación intelectual; seguido muy pronto por un cuadro de desilusión (pérdida de la noción del espacio y tiempo, despersonalización y alucinaciones). La persona se vuelve muy sensible a ruidos y otros estímulos, enormemente sugestionable y manipulable hasta un grado tal que puede conducirle a la criminalidad. Aún cuando no existe consenso en este sentido, se cree que la palabra asesino deriva de hashichin (consumidores de haschich), término árabe que dio nombre a una secta (ismaelitas) que utilizaba esta droga para inducir entre sus miembros comportamientos de gran crueldad que vuelven a ser actuales con las acciones del denominado «Estado Islámico».

Cuando las dosis son elevadas, a este periodo de excitación y exaltación anímica le sigue un estado de depresión de las funciones mentales que a veces desemboca en coma. En dosis muy elevadas el comportamiento se caracteriza por un «delirio furioso».

En cualquier caso los efectos de la droga están muy condicionados por la personalidad del consumidor y su entorno cultural. No obstante, una serie de efectos son comunes a su consumo: pérdida de la voluntad, debilitamiento físico e intelectual, e incluso alienación mental.

Algunos compuestos del extracto de la planta (cannabidiol, cannabinol) son muy tóxicos pero las propiedades alucinógenas dependen casi exclusivamente del tetrahidrocannabinol. Sus acciones dependen de su distribución en la corteza cerebral (una fina capa de células nerviosas de pocos milímetros de espesor donde se procesan las funciones mentales más elaboradas). Desde el tejido nervioso del córtex cerebral el tetrahidrocannabinol se elimina muy lentamente.

El cannabis (y sus principios activos) son tóxicos celulares (inhiben la división celular o mitosis).

Debido a que induce tolerancia y adicción, junto a su acción de obnubilar la actividad mental, el cannabis se debe considerar una droga estupefaciente. Como tal está catalogada por la Organización Mundial de la Salud.

Hasta la Segunda Guerra Mundial el consumo de cannabis se ceñía a India, Nepal, Oriente Medio y norte de África. Solo en las últimas décadas se ha hecho relativamente popular en Europa y Norteamérica, donde su uso es atrabiliario al no existir una tradición cultural e histórica de utilización.

José Manuel López Tricas es farmacéutico especialista en Farmacia Hospitalaria

Ángela Álvarez de Toledo Bayarte es farmacéutica comunitaria

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