DIETA

Para perder peso, lo importante es comer bien

La pérdida de peso que se logra con las dietas bajas en grasas o en carbohidratos es similar y no depende de los genes

Vídeo: Diez claves nutricionales para eliminar la grasa ARCHIVO

M. LÓPEZ

Llegado el momento de ponerse a dieta para perder peso, son muchas las personas que se hacen la misma pregunta: ¿es mejor restringir la ingesta de grasas o de carbohidratos? Una cuestión sobre la que nadie se pone de acuerdo –tampoco los dietistas y los nutricionistas– y que, según han sugerido algunos estudios, depende del genotipo de cada persona. Es decir, en función de los genes que portemos, será mejor una dieta baja en grasas o una baja en azúcares. O según otros trabajos, la clave está en nuestros niveles de insulina –que igualmente vienen condicionados por nuestros genes–. Pero más allá de estas ‘sugerencias’ científicas, ¿cuál es mejor? ¿Baja en grasas o baja en carbohidratos? Pues como concluye un estudio llevado a cabo por investigadores de la Facultad de Medicina de la Universidad de Stanford (EE.UU.), da igual. El peso que se pierde con ambas es similar. Y no, nuestros genes y nuestros niveles de insulina no tienen nada que ver.

Como explica Christopher Gardner, director de esta investigación publicada en la revista « JAMA », «todos hemos oído las historias de un amigo al que le fue genial con una dieta y de un segundo amigo que siguió la misma dieta y en el que no funcionó nada bien. La razón se explica porque todos somos muy diferentes y aún estamos empezando a comprender las causas para esta diversidad . Entonces, quizás no deberíamos preguntar cuál es la mejor dieta, sino ¿cuál es la mejor dieta para quién?».

Historia de dos dietas

El estudio fue llevado a cabo con la participación de 609 mujeres y varones que, con edades comprendidas entre los 18 y los 50 años, fueron seleccionados de forma totalmente aleatoria a seguir durante un año una dieta baja en grasas o una dieta baja en carbohidratos. Unos participantes que, previamente a comenzar a restringir su alimentación, se habían sometido a diversas pruebas para evaluar sus niveles de insulina y para conocer parte de su genoma –concretamente, los autores se centraron en aquellos patrones genéticos asociados con la producción de proteínas implicadas en el metabolismo de los lípidos y de los carbohidratos .

Llegados a este punto, ¿en qué consistió cada una de las dietas? Pues en ambos casos y durante las primeras ocho semanas, los participantes tuvieron que limitar su consumo diario de grasas o carbohidratos a tan solo 20 gramos. Sin embargo, y cumplidos ya estos primeros dos meses, los autores permitieron que añadieran gradualmente entre 5 y 15 gramos de grasas o carbohidratos a sus dietas hasta alcanzar un ‘equilibrio’ que pudieran mantener a lo largo de toda la vida. El resultado es que concluidos los 12 meses, los participantes que seguían la dieta baja en azúcares consumían una media de 132 gramos de carbohidratos diarios. Y aquellos con la dieta baja en grasas, un promedio de 57 gramos de grasas por día. Unas cantidades que los autores calificaron como ‘satisfactorias’ dado que, previamente al estudio, el consumo medio diario de carbohidratos era de 247 gramos. Y el de grasas, de 87 gramos.

La pérdida de peso que se logra con las dietas bajas en grasas o en carbohidratos es similar

Pero aún hay más. Ambas dietas eran saludables. Los refrescos ‘light’ pueden ser bajos en azúcar, pero no son saludables. Y lo mismo pasa con la manteca de cerdo, que puede ser baja en grasa pero no es saludable. Como indica Christopher Gardner, «nos aseguramos que con independencia del tipo de dieta que siguieran, ninguno de los participantes consumiera alimentos procesados. También les aconsejamos que siguieran la dieta de un modo que no sintieran hambre, pues de lo contrario es muy difícil mantenerla a largo plazo. Y también queríamos que eligieran un plan dietético que pudieran seguir potencialmente para siempre, y no una dieta de abandonarían al final del estudio».

¿Y qué pasó? Pues que finalizados los 12 meses, el 20% de los participantes había abandonado el estudio por ‘diversas razones’. Y asimismo, que aquellos que llegaron hasta el final habían perdido de media casi seis kilos. Con independencia del tipo de dieta . Sin embargo, se trató únicamente de un promedio: algunos llegaron a perder hasta 27 kilos, mientras que otros ganaron nueve. Y esta pérdida o ganancia de peso, ¿tuvo algo que ver con el genotipo o los niveles de insulina? Pues no.

Como refiere el director de la investigación, «nuestro estudio cierra la puerta a algunas cuestiones, pero abre la puerta a otras. Tenemos montones de datos que podemos usar en otros estudios». Por ejemplo, los autores continuarán analizando los datos para ver si las causas para esta enorme variabilidad se encuentran en el microbioma, en la epigenética o en otros factores.

Hay que comer bien

En definitiva, y a la hora de perder peso, da igual seguir una dieta baja en carbohidratos o en grasas. La clave está en comer bien. Como apunta Christopher Gardner, «quizás el mensaje principal que se deriva de nuestro estudio es que la estrategia fundamental para perder peso con una u otra dieta es similar. Coma menos azúcar, menos harina refinada y tantas verduras como sea posible . En ambos grupos hemos oído de los participantes que perdieron más peso que les habíamos ayudado a cambiar su relación con la comida, y que ahora eran mucho más reflexivos con lo que comían».

Sea como fuere, el análisis de los datos sigue su curso. Como concluye Christopher Gardner, «siento que le debemos a la población algo más inteligente que decir simplemente que ‘coma menos’. Creo que todavía tenemos una oportunidad para descubrir algún aspecto de personalización en la dieta».

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