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La piel que habitan

Podemos no permite la más mínima demostración publica de rechazo a la política que realizan

Adolfo Vigo - Opinión
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Lo mínimo que se le puede pedir a las personas es que sean coherentes con sus actos y sus palabras. Seria ilógico o incoherente que yo mañana abogara por la independencia de Andalucía del territorio nacional cuando hoy día me opongo a la de Cataluña. Pues bien, esto parece que no es aplicable o exigible para algunos ‘podemitas’.

Si bien en el pasado, Pablo Iglesias, y sus palmeros, calificaban a los escraches como de ‘jarabe democrático’ parece ser que ahora han dejado de ser aceptables cuando se los hacen a ellos. Estos, que antaño venían a derrocar a la vieja casta política, en poco mas de un par de años se han asentado en la poltrona del poder y la más mínima demostración publica de contrariedad o rechazo a la política que realizan les hiere la piel, y es que, mientras que sus lenguas y dedos suelen ser duros a través de Twitter, su piel se ha vuelto de lo más fina cuando se producen los cara a cara.

Resulta chocante comprobar como la compañera del macho Alfa, Irene Montero, la que antaño defendía la realización de esos instigamientos sociales a miembros de otras formaciones como «una forma de informar a diputados para que dejen de violar los Derechos Humanos» se indigne tanto cuando se los hacen a ellos. Es sumamente curioso, y para hacernos reflexionar, como se giran las tornas si es a ellos a los que le espetan a la cara las constantes violaciones de los mínimos derechos civiles que puede tener un ciudadano de cualquier país. Quizás la razón sea que en este caso el conculcador de los derechos no es el de enfrente del Congreso sino la mano que da de comer.

Habrá que recordarle a la Yoko Ono de Podemos, a la que desmontó el tándem Pablo-Iñigo, que por allá por el 2013, cuando ellos eran los que hacían o promovían los escraches, y no los que lo sufrían, los defendían como una forma de «interpelar a los diputados para que hablen con nosotros y no nos den la espalda». Esa misma espalda que ella le mostró al ciudadano venezolano que le gritaba las consecuencias a las que está llevando su ‘amigo’ Maduro a los millones de venezolanos antes de que sus guardaespaldas lo sacaran del establecimiento. Que esa es otra, mucho de amigos del pueblo, de humildes y sencillos, pero a la menor de cambio, te salen dos maromos como armarios empotrados que te impiden que dialogues con los que no iban a olvidar nunca de donde venían. Esos que siempre formarían parte de los movimientos de la calle, pero que en la actualidad se han distanciado de la misma, a la que solo salen cuando necesitan darse un baño.

Siempre les quedara a estos defensores de este tipo de «mecanismo democrático para que los responsables de la crisis sientan una parte mínima de sus consecuencias», esos escuderos de twitter que hacen los escraches virtuales. Esos que critican al ‘escrachero’ por llevar un presunto polo de Ralph Lauren, como si ello fuera algún indicador de prosperidad o capacidad económica y, sin embargo, ven normal que estos neocomunistas vayan por la calle con teléfonos de última generación.

Lo dicho, la epidermis que recubre la coherencia de estos nuevos políticos no se ha curtido con la misma rapidez que lo ha hecho sus aspiraciones políticas. Fina como un papel de fumar es la piel que habitan estos nuevos libertadores.

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