Julio Malo de Molina

El imperio contrataca

El pasado miércoles día 9 corrió como un reguero de pólvora la sorprendente noticia

Julio Malo de Molina
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El pasado miércoles día 9 corrió como un reguero de pólvora la sorprendente noticia. Las elecciones norteamericanas han otorgado la presidencia del Imperio yanqui a un estrafalario millonario nacionalista, y xenófobo, frente a la pulcra Hillary Clinton representante de lo políticamente correcto con una extensa hoja de servicios y las encuestas a su favor. El jueves compré todos los periódicos y me senté en la mesa preferida por mis tertulianos en una cafetería librería del centro de Cádiz, hasta entonces no comencé a digerir la noticia que tanto había turbado a mis colegas a través de las páginas digitales. Soy tipo de papel impreso con olor a tinta y café. Los titulares hablan de patriotismo, de nuevas políticas y de populismo.

Más allá de las peculiaridades de Trump, en la Casa Blanca, desde donde supuestamente se decide lo que debe ocurrir en el mundo, de nuevo se instala un presidente de la línea dura, como los Bush, Reagan o Nixon. Tampoco importa demasiado, pues al tomar posesión del mandato los grandes Trust económicos y financieros le dicen: «Ya eres el hombre más poderoso del mundo, ahora, ¡a obedecer!» Pero siempre entristece ver que el Emperador resulta particularmente perverso; como ‘Trampas Dyck’» que se le decía a Nixon, y acabó en la calle por pasarse de fullero, o porque se debía demostrar que un presidente no es nada, lo importante es el Imperio. Antes de salir auspició el golpe de Estado que acabó con la democracia en Chile y con la vida del presidente socialista Salvador Allende. Neruda antes de morir de pena, tituló su último poemario: ‘Incitación al Nixonicidio y Alabanza de la Revolución Chilena’.

Si observamos los mapas que han concedido la victoria presidencial al millonario asilvestrado Donald Trump, vemos que, mientras la costa oeste y el noroeste (New England) votaron por Hillary, no así los estados que sirvieron de escenarios a las películas de cowboys, la llamada América profunda que nos describen gráficamente Edward Hopper y Norman Rockwell, la de ‘El Cartero siempre llama dos veces’ (Tay Garnett,1946), ‘La gata sobre el tejado de cinc’ (Richard Brooks, 1959) y ‘Psicosis’, (Alfred Hitchcock,1960), por citar tres películas entrañables. También ‘Paris, Texas’, de Win Wenders (1984). A esos hombres y mujeres de procedencia europea y que sitúan a España o Esteponia (según el Gila-Clinton de los muñecos del guiñol) al sur de México, a esa gente habría que preguntarles por qué han votado a un tipo así, una especie de Berlusconi a la americana.

«Que Dios proteja nuestras libertades cuando el dinero tenga finalmente en sus garras a nuestras instituciones», sostenía ese viejo hermoso llamado Walt Whitman. El triunfo de un millonario en la cuna del neocapitalismo mas radical podría alarmar, pero realmente no deja de ser un pleonasmo. En Estados Unidos se desenvuelven partidos socialistas y comunistas con tanto rigor intelectual y/o tanto radicalismo como escasa incidencia electoral, los cuales hasta son considerados en las universidades como especies a proteger. Los republicanos siempre han representado el sentimiento conservador del pueblo americano, lo cual tiene más incidencia en programas interiores, pero en su política exterior apenas se diferencian de los demócratas, no olvidemos que Kennedy inició el acoso a Cuba y que Johnson se empleó duramente en Vietnam. Supongo que en Nueva York y en San Francisco los círculos progresistas estarán hondamente preocupados; el resto del mundo observa el fenómeno con perplejidad, sobre todo al contemplar el desnudo integral de Melania Trump.

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