OPINIÓN

Feliz año del cerdo

Esto de los almanaques es otra superchería. Nos engañamos y así creemos ordenar el frío y los atardeceres

JOSE LANDI

Esto de los almanaques es otra superchería. Nos engañamos y así creemos ordenar el frío y los atardeceres. Como cada embuste, da sensación de control, de que es posible cambiar, como en las rebajas. Hacemos balances y listas, renovamos objetivos y hábitos que nos harán mejorar. Patraña sobre patraña y sobre patraña, esa. A los rituales se unió hace poco la búsqueda de la palabra más importante del año que acaba. Dan pereza las palabras nuevas, los diminutivos o anglicismos en boga turbo y los términos usados por cortesía. Prefiero las eternas, dichas por bocas nuevas de mujeres jóvenes. Por ejemplo: ‘no’. En un millón de idiomas y lanzada contra el abuso del baboso que trata de traficar con un empleo o un derecho, de olvidar una represalia o regalar una ventaja que nadie le pidió. Siempre frente al asco de ella (también hay algún ‘él’, aunque mucho menos), siempre exigido a punta de lengua por él (aquí nunca es ‘ella’, ni en porcentaje minúsculo). Ya sé lo que me vas a decir. Ya me lo has dicho. Que siempre fue así, que algunas mujeres participan de esa inercia de siglos, que siempre hay una forma de hacerlas culpables por lo sufrido, que no vamos a cambiar la condición humana en 90 días, que es muy fácil ser valiente en Occidente, en el Norte, pero hay que pensar en otros mundos... Ya sé, ya sé. Esto parece cosa de Hollywood y Westminster, de altas torres de grandes compañías. Lencería fina. Las bragas de Amalia no quiere verlas nadie. Cerrar contratos en el Don Tico era otra cosa, doméstica. En las empresas de Cádiz, en el súper de la esquina, no pasa. Nadie se imagina algo así en un despacho del centro de Conil o Jerez, ni en un político semianónimo de la provincia o en un centro administrativo, educativo, comercial, de por aquí. Como muy cerca, lo de Nevenka aquella, que se tuvo que ir (¡ella!) de España tras denunciar. Pero eso fue en León o por ahí, hace tela de años. A tu alrededor no pasa. Yo tampoco vi nada en mi curro ni en mi barrio, Quentin. No hay sátiros, ni puteros, no hubo nadie amargando a nadie sólo porque podía. Eso pasa lejos. Y seguirá, dirás. Que es difícil, que somos lobos para las mujeres mil veces más que para los hombres. Pero creo que hay una generación de humanas, de entre 20 y 30, que parece haberse hartado, que escupe sobre las excusas y amenaza con la castración social al que abuse desde el poder, por mínimo que sea. Serán algunas pero contagian. Lejanas pero se les oye. Cada vez más o lo parecen. Igual es otra ilusión pasajera y pueril, como dejar de fumar. Son días de autoengaño, inocencia y candidez. Me apunto a este embuste, a que no baje esta marea y se lleve la mayor cantidad de mierda de cada orilla.

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