El Apunte - OPINIÓN

La cadena de renuncias llega a Cádiz

La destitución del responsable del Puerta del Mar viene a ser una confesión ante tantas quejas y carencias

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La mayoría de los gaditanos, de los andaluces, tienen la sensación de que su sanidad pública se ha deteriorado, año tras año, y otro año más. Sus prestaciones no mejoran, al contrario, empeoran hasta poner en cuestión una sensación de confianza y orgullo que pudo existir hasta hace unos años. Los recortes constantes ordenados desde Sevilla desde 2008 y la falta de sensibilidad a la hora de renovar o inaugurar equipos e instalaciones ha llevado a un empeoramiento constante y, ya, galopante.

Si el sistema resiste es por la heroica actitud de muchos profesionales que se resisten a tirar la toalla pese a que su trabajo se ha visto multiplicado, desbordado, en los últimos meses. Cada vez son menos manos para repartirse la misma faena, la de nuestra salud y nuestras vidas.

Ya no se trata de fallos concretos o negligencias. Hablamos de hospitales sin inaugurar, centros de salud con cada vez menos personal y horario, de urgencias colapsadas de forma crónica. Las camas disponibles o los centros de atención primaria se reducen considerablemente en la provincia cada periodo navideño, cada verano. Incluso en municipios que en épocas de temporada alta turística ven duplicada su población. Lo que viene a ser una gran incongruencia.

La sensación, hasta ahora, parecían tenerla los ciudadanos, mientras que la administración, la Junta y el Servicio Andaluz de Salud resistían, negaban la mayor, desmentían el deterioro. Pero han tenido que rendirse a la evidencia. Y lo han hecho en forma de dimisiones. La cadena de renuncias entre dirigentes sanitarios en Andalucía durante las dos últimas semanas resulta asombrosa. Si esas despedidas no suponen una confensión, que venga Hipócrates y lo vea.

Ayer le llegó el turno a Cádiz, con una marcha, la de Rafael Pereiro, que tiene el agravante de un caso de presunta corrupción con más de una veintena de implicados e investigados. Pero más allá de ese caso indignante, resulta evidente que el responsable del hospital Puerta del Mar ha pagado por todas las quejas, por los motines de padres de cirugía pediátrica y por las mesas de quirófano agujereadas, por los sindicatos en pie de guerra y los recortes sin final desde que llegó. Ha pagado por las urgencias ralentizadas y las instalaciones vetustas. Ha pagado por todo pero todo sigue ahí. Como estaba.

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