Montiel de Arnáiz - OPINIÓN

Autobuses de prejuicios

Lo mejor de toda la polémica del autobús de Hazte Oír son los memes, ese despliegue de ingenio y maldad al alcance de los profanos en la informática

Montiel de Arnáiz
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Lo mejor de toda la polémica del autobús de Hazte Oír son los memes, ese despliegue de ingenio y maldad al alcance de los profanos en la informática. Lo peor, que se nos obligue a zambullirnos en el fratricida debate ideológico. Cuando no son unos, son los otros los que nos exigen militar en uno de los dos bandos; el cuchillo entre los dientes es tradición española desde antes de arder en el treinta y seis.

Esos memes esconden y disfrazan nuestros prejuicios, encorbatados, asotanados, entre la liga, el tanga y las lentejuelas. Le he pedido opinión a mis alumnos de la facultad: argumentos jurídicos a favor y en contra de esta provocación naranja del autobús, remedio publicitario más viejo que el trenecito de la escoba, y de esa cabalgata de carnaval con vírgenes travestidas y drag-Cristos.

Al final, los juristas acudimos -o deberíamos- a medir bienes jurídicos en colision excepto cuando se concede la libertad provisional sin fianza a honrados yernos y delincuentes.

El mismo país que vestía fina piel con la función infantil de los titiriteros tiene el pellejo de acero con según qué cosas. Y viceversa. Lo peor no es eso -cada cual tiene su equipo de fútbol y su partido político de cabecera- sino que nos sale al paso el problema de las censuras de las que ya he hablado aquí antes: la de lo presuntamente homofóbico, lo xenófobo, lo machista, o de lo políticamente correcto. Esa censura que hace callar a los prudentes y a los cobardes también procede de la pérdida de perspectiva, de la obsesión y de la cerrazón de las mentes y posturas. Sé de uno que siempre acude a su condición gay cuando tiene problemas con alguien, como también sé de ultracatólicos que esconden su aversión a lo homosexual tras una presunta ofensa a las creencias religiosas. Igual de nefastos son los prejuicios de unos como los de otros. Es como ese sinsentido del que denuncia la esclavitud sexual al tiempo que pide el alta en la seguridad social de las prostitutas otorgando, eso sí, la correspondiente licencia de apertura al prostíbulo para que ejerza su actividad. Somos un país digno del Mundo Today: siempre dispuestos a ofendernos a velocidad de crucero.

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