Juan Pablo Colmenarejo - «The New York Times», con Puigdemont

Que Trump les conserve la vista

«El periodismo es rigor e influencia. Si para lo segundo se falta a la verdad, estamos ante otra vocablo que el diccionario explica muy bien, tanto en inglés como en español»

Juan Pablo Colmenarejo
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Lo mejor de la democracia es que en los márgenes del sentido común y de la realidad hay vida. Desde hace años, «The New York Times» dice que Cataluña es Catalonia, un ente contrapuesto a España, y por lo tanto deja claro que lo que no es bueno para California debe ser estupendo para el sur de Europa. Incluso al corrector de textos le cuesta reconocer la existencia de Catalonia como palabra. En cambio, al escribidor del «NYT» le sale como si se lo hubiera dictado Gabriel Rufián desde el escaño mientras llama miserable al ministro de jornada.

La última vez que a alguien se le ocurrió hablar de secesión en Estados Unidos le mandaron decenas de batallones de Infantería para sofocar el intento de partición de la Unión.

Basta con repasar los discursos de Lincoln en defensa de la unidad de la nación. No hubo contemplaciones. Aquel desafío lo solventó la democracia en América con un baño de sangre. El colega, autor de esta elegía a la estupidez, apuesta por un referéndum en el que gane el «no» y por una negociación para mejorar el trato económico a Cataluña, ignorando, tal vez a sabiendas, que por aquí también dice la Constitución que todos somos iguales ante la ley. Queda claro que la posverdad es global y no solo de Podemos.

Por supuesto, que no falte, el Gobierno del PP se lleva su recado por corrupto, demostrando que las fuentes en las que ha bebido el autor buscan con intención pisar el tobillo del esguince. Es el flanco débil del PP y en cualquier caso tiene poca enmienda. Pide el «NYT» una negociación «de buena fe para encontrar una solución política» que jamás contemplaría este periódico para el Estado de Virginia, y menos después de un paseo por los campos de Gettysburg, donde solventaron los de Nueva York su problema, a bayoneta calada y a la carga, hace 150 años. Entonces no hubo política, sino aplastamiento.

En España, el Gobierno no ha hecho nada más que evitar el conflicto permitiendo en 2014 un referéndum tipo barbacoa de domingo. Y además, pagando. El Tesoro español ha hecho frente a las deudas de unos gestores autonómicos manirrotos y corruptos sin la más mínima duda porque era un problema de España. El texto huele a favor pedido y a encargo. A veces en este oficio pasan estas cosas, como en otros. Ni somos perfectos ni tampoco santos.

El periodismo es rigor e influencia. Si para lo segundo se falta a la verdad, estamos ante otro vocablo que el diccionario explica muy bien, tanto en inglés como en español. La mentira suele tener muy poco recorrido, aunque la firme un periódico de toda la vida. No fue el único medio de la opinión publicada que no supo entender lo que se le venía encima con Trump. No se enteraron de lo que estaba pasando en aquellos Estados de la Unión en los que la crisis había arrasado a la clase media. Siguieron escribiendo desde lo alto de un rascacielos sin darse cuenta de que, a pie de calle, en su país había ya otro distinto y entregado al primer vendedor de crecepelo. Que Trump les conserve la vista. Aquí, como allí, con la Constitución no se envuelve el almuerzo.

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