La tiranía de la mugre

Un coro mediático compacto impide la información libre y promueve la propaganda

Hermann Tertsch

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El presidente Donald Trump pronunció un discurso sobre el estado de la Unión que, según un primer sondeo de la cadena CBS, nada sospechosa de serle favorable, mereció la aprobación del 75% por los norteamericanos y emocionó al 65% de ellos. No está mal. Imaginen que dos tercios de los españoles se emocionan con Mariano Rajoy. Sería noticia. Pues poco se ha dicho aquí del discurso de Washington. Precisamente por eso. Porque fue sólido, emocionante y sin histrionismo. Eso no sirve para la caricatura ridiculizante, única forma de tratar todo lo relacionado con él. La información sobre Trump suele ser más ridícula de lo que nunca pueda ser Trump. Muchos medios enloquecieron en EE.UU. al coger como prioridad suprema su destrucción como presidente y persona. Han perdido credibilidad a chorros.

La mera resistencia ante tan masiva operación de acoso y derribo aumenta su prestigio entre los suyos. Son los medios los que sufren. Cada día sin acabar con él es un fracaso. En Europa se ha hecho seguidismo de los peores enemigos de Trump. Y en España eso ha alcanzado, cómo no, niveles esperpénticos. Hasta el último mequetrefe da lecciones al «magnate». Como no se trata de informar sino de desacreditar al personaje, nadie entendió nada. Ni por qué pudo ganar y ni por qué no es depuesto como se anuncia a diario.

La dominación total del escenario por un coro mediático compacto impide la información libre y promueve la propaganda. Que es lo que consumimos sin cesar. Sin necesidad de obediencias perrunas como en el periodismo catalán, la pluralidad es ilusoria. En España hay alegre camaradería de quienes no se pisan la manguera desde la extrema izquierda hasta los voceros del Gobierno. Ayer los omnipresentes portavoces mediáticos extraoficiales de La Moncloa desmentían en coro que existiera un «plan Moncloa» como sugerían medios cercanos al fantasma de Bruselas.

De repente los golpistas más golpistas, la Esquerra Republicana (ERC) de Junqueras y del Rufián del tuit de las monedas es la parte moderada de un separatismo que, como repiten las cacatúas televisivas «es perfectamente legitimo». ¿Golpismo legítimo? Ahora que, dicen, «ha triunfado Moncloa» y se acaba la vía unilateral, hay que pensar en ser generosos. Hay que salvar a los separatistas. Ya se oyen advertencias sobre los peligros del centralismo y el nacionalismo español.

El consenso mediático sirve para un roto y un descosido. Para tapar los fracasos de la vicepresidenta, para ensañarse con Julián Muñoz donde se protegía a Bolinaga, para defender la Ley de Memoria Histórica y denigrar a quien la critica, para justificar el saqueo fiscal o el cupo vasco y descalificar o rehabilitar a quien convenga. Periodismo de consenso mediático o la tiranía de la mugre. La extrema izquierda y Casals, el pastel publicitario, Ferreras y el madridismo, Roures, el duopolio y el separatismo, Godó y el gobierno de las licencias y sinergias tertulianas. En EE.UU., el «accidente Trump» ha quebrado ya esa costra de mugre de intereses que supone el tramposo consenso mediático izquierdista que protegió a Obama y Clinton en todos sus desmanes. Aquí hace falta que suceda. Tanto como respirar.

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