«No es no» (II parte)

Cuando el PSOE parecía haber encontrado el camino ha vuelto a exhibir groseramente los vicios de antaño

Jaime González

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El regreso de Pedro Sánchez a la secretaría general del PSOE coincidió con el momento en que el separatismo catalán abordaba las últimas etapas de un proceso de ruptura constitucional cuyas consecuencias son de sobra conocidas. Ello, junto a la evidencia de que la contundente victoria de Sánchez en las primarias socialistas vino acompañada de un gravísimo cisma interno, llevó a la nueva dirección de Ferraz a plantearse una estrategia distinta a la virulencia discursiva que había caracterizado la última etapa de su candidato a la presidencia del Gobierno.

Durante estos meses, Sánchez se ha puesto a salvo, con buen criterio, de la sobreexposición política y mediática, limitando con acierto sus apariciones y declaraciones públicas, permitiendo que otras voces de la Ejecutiva fueran modulando la táctica de un partido aún en proceso de rehabilitación. Su apoyo, con condiciones, a la aplicación del artículo 155 de la Constitución permitió al PSOE trasladar la imagen de un partido concernido con la defensa del marco constitucional que le ha servido para rehabilitarse -en parte- ante esa izquierda prudente y sensata que desconfía y abomina de lo que representa Podemos.

En un tiempo en el que el conflicto catalán ha marcado y absorbido la agenda política, el nuevo PSOE de Sánchez parecía que nadaba y guardaba la ropa para ir poco a poco recuperándose de las gravísimas heridas sufridas durante el último año y medio. Y, sin embargo, cuando parecía haber encontrado el camino -las encuestas no son para tirar cohetes, pero supera claramente a Podemos- ha vuelto a exhibir groseramente los vicios de antaño y regresado al «no es no» para sembrar de dudas el escenario político. Que el PSOE se oponga al nombramiento de Luis de Guindos como vicepresidente del BCE responde simplemente a una oportunista estrategia de desgaste. Se ha justificado argumentando que prefiere a «una mujer de perfil técnico», lo que suena a una de esas excusas bobas que se desmontan a las primeras de cambio.

Su rechazo al ministro de Economía obedece a ese frentismo partidista -no confundir con oposición- que marcó la última etapa de Sánchez antes de que fuera defenestrado por los suyos. Cada vez que el socialismo coloca sus intereses particulares por encima de los intereses nacionales salimos perdiendo todos, menos los que no tienen más interés que el Gobierno muerda el polvo, aun a costa de que quien salga derrotada sea España. De ahí que el lema que lucía ayer en Ferraz, «Ahora, tu país», resulte un sarcasmo. Cuando el PSOE emula a Podemos, quien gana es Pablo Iglesias. Cuando el PSOE marca distancias con el populismo, Pablo Iglesias mengua y Podemos pierde comba.

Que el PSOE ponga en peligro la vicepresidencia de España en el BCE no aventa nada bueno y permite sospechar con fundamento que el socialismo de Pedro Sánchez volverá muy pronto a las andadas. No saben cuánto me gustaría equivocarme, pero sospecho que la imagen del PSOE de estos últimos meses -mucho más centrada- era un efecto óptico.

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