La mili

No es pues casualidad que haya sido Francia la primera que intenta restablecerla

José María Carrascal

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Los países, naciones, estados o como quieran llamar a las asociaciones humanas que deciden llevar una vida en común, se fraguan en dos grandes instituciones: la escuela y la milicia. Se me advertirá que olvido la familia. Pero la familia es la célula básica de la sociedad, y como tal atiende prioritariamente a su mantenimiento y desarrollo, no al del conjunto del organismo. Mientras que en la escuela, sobre todo si es pública, el niño, fuera ya del nido familiar, toma por primera vez contacto con los demás, se da cuenta de que existen otros, con intereses, caracteres y puntos de vista distintos a los que acostumbraba. De ahí que países de fuerte contenido nacional, como Francia y Estados Unidos, hayan dado a la escuela un papel social relevante, que les ha ayudado a superar crisis como la de identidad, que aquejan a otros, como el nuestro, donde la escuela ha estado al final de las prioridades.

La milicia es la otra fragua de la nación. No es casualidad que el servicio militar obligatorio fuera establecido por la Revolución Francesa, al considerarlo no sólo un deber sino también un crisol de ciudadanía (a ver si se entera nuestra izquierda, cuya ignorancia sólo es superada por su superficialidad), sustituyendo a los ejércitos de mercenarios por ciudadanos. En España en especial, con una población mayoritariamente campesina, permitió a generación tras generación de mozos que ni siquiera conocían la capital de su provincia, enterarse de que había otras provincias, otras regiones, otras hablas, otros caracteres, algunos incluso casaron fuera, bastantes aprendieron un oficio y todos establecieron lazos de por vida, como ocurre a los que hicimos milicias universitarias.

La marea antimilitarista surgida de las últimas guerras, la «revolución cultural» del «haz el amor y no la guerra» y la sofisticación de las armas, que exigen expertos para su manejo, ha traído que el servicio militar fuera desapareciendo en casi todos los países, Francia incluida. No es pues casualidad que haya sido Francia la primera que intenta restablecerlo, junto a Suecia. Claro que no es la «mili» de antes. No se puede interrumpir la formación de un joven uno o dos años cuando las técnicas avanzan a velocidad de vértigo. De ahí que Macron lo limite a un mes y que lo haya extendido a las mujeres, ya que piden igualdad. Otra cosa: se le llamará Servicio Nacional Universal, su verdadero cometido: un servicio a la sociedad, que tantos beneficios nos reporta, es lo menos que podemos hacer por ella. Aunque seguro encontrará resistencias de todo tipo. Pero el presidente francés está seguro de que «acabará realizándose», imagino porque piensa que, acosada por todas partes, la nación terminará defendiéndose.

En Francia, el servicio militar fue abolido por Chirac en 1997. En España, lo hizo Aznar, presionado por Pujol, que hoy sabemos sus intenciones. En cualquier caso, eran dos gobiernos de derechas, muestra de hasta dónde pueden equivocarse. Aunque dudo de que rectifiquen y sigan el ejemplo de Francia. La izquierda, menos, pese a su melopea escandinava.

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