Pueblos únicos

Oñate, el abrazo que desterró a Carlos V

En el municipio guipuzcoano, el general isabelino Baldomero Espartero y representantes del bando rival sellaron el convenio que reconocía la victoria de los liberales en la I Guerra Carlista

Santuario de Aránzazu, en Oñate ABC
Adrián Mateos

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Carente de descendientes varones, Fernando VII promulgó poco antes de morir la pragmática que permitiría a su hija Isabel II , otrora María Isabel Luisa, ostentar el título de Reina de España. Una decisión que descolgó de la línea de sucesión al hermano de este, Carlos María Isidro, quien, bajo el nombre de Carlos V , avivó las llamas de la rebelión y desencadenó una de las contiendas más sangrientas de la historia del país. Lo que hoy se conoce como I Guerra Carlista mostró su cara más cruenta en el País Vasco y Navarra, donde en 1833 se produjeron los primeros levantamientos. Una batalla que concluyó seis años después en el municipio guipuzcoano de Oñate, donde el general isabelino Baldomero Espartero y representantes del bando rival sellaron un convenio que reconocía la victoria de los liberales .

Esta verde villa del Alto Deva se convirtió en el símbolo de la paz en el norte español . A pesar de que la guerra se alargaría durante un año más en otros puntos, la autoridad de Carlos V quedó mermada incluso entre sus propios súbditos , que, cansados de una contienda que ya veían perdida, trataron de buscar una salida a través del diálogo. De esta forma, la disposición a la negociación de Espartero y Rafael Maroto, general de las fuerzas carlistas en el País Vasco y Navarra, se impuso a la tendencia belicosa del hermano de Fernando VII, que finalmente se vio obligado a desplazarse a Francia.

Tal y como informa la administración oñatiarra, la firma del convenio tuvo lugar en el Palacio Lazarraga , donde se reunieron Espartero y los generales carlistas José Ignacio de Iturbe y Nazario Eguía. Se trata de una edificio del siglo XVI que pasó a ser propiedad de Carlos Martínez de Irujo.

Si bien el alto el fuego se selló con la rúbrica del famoso «convenio de Oñate» , el lugar elegido para escenificar el acuerdo fueron las campas de Vergara, donde tal día como hoy los invictos generales de ambos bandos se abrazaron y dieron rienda al júbilo de sendos ejércitos que, al grito de «¡La paz, una y mil veces!», reconocieron a Isabel II como legítima Reina de España . Así lo detalló el escritor guipuzcoano Francisco López Alén, que cargó contra una batalla que desoló los campos del País Vasco y «aniquiló» su juventud: «Aquella sangrienta guerra puso en triste relieve el valor, la heroicidad y el tacto militar de que se hallaban poseídos los esforzados hombres que en ambos bandos luchaban con increíble denuedo».

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