Luis Ojea - Cuaderno de viaje

No solo es cuestión de dinero

Muchos de los retos de la administración tienen más que ver con profesionalizar y simplificar la gestión

Luis Ojea
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La pendiente modernización de la administración no depende de constantes incrementos del gasto sino de una efectiva optimización de los recursos disponibles. El informe PISA ha desmontado las falacias de los profetas del apocalipsis que tanto abundan en la izquierda gallega y que llevan años anunciando que los presuntos recortes en el presupuesto de educación estaban deteriorando la calidad de la enseñanza pública.

Pese a los inapelables resultados, estos profesionales de la demagogia, presos de la simpleza de sus argumentaciones, seguirán proclamando que más gasto implica mejor servicio público, ignorando que en la ecuación influyen otras variables como la eficiencia. Y olvidando que muchos de los retos pendientes en la administración pública tienen más que ver con profesionalizar la gestión y simplificar los procedimientos para que, por ejemplo, verse atrapado en la delegación de la Agencia Tributaria en Lugo deje de ser algún día un viaje al disparate en el que el ciudadano se encuentra de frente con la desesperante realidad descrita por Larra hace casi dos siglos.

Si le gustan los retos, intente presentar en ese organismo una declaración censal en registro. El empleado que le atienda le informará de que tiene derecho, pero a él las instrucciones internas de su servicio le impiden recogerla y deberá solicitar cita para otro día. Si queda con ánimo, intente elevar una queja. Se encontrará con otra empleada que finge escuchar su reclamación sin levantar la vista del periódico. Y si aun así se le ocurre insistir en preguntar en qué norma está reglamentada la recepción de este tipo de documentos, aparecerá entonces una de las mandamases de la delegación para indicarle que ese tipo de conversaciones son estériles. Desconcertado, se resignará a volver al día siguiente, con cita previa, para entregar la declaración. Entonces una funcionaria le dirá que tiene un error y la corregirá. Pero quizás se quede con la mosca detrás de la oreja y llame al servicio central de información tributaria básica. Será el momento en el que compruebe con espanto que la trabajadora no tenía ni la más remota idea de lo que decía y se verá obligado a visitar por tercer día consecutivo la delegación para solventar un trámite que no debería llevar más de cinco minutos. Ese tipo de incompetencia no se arregla incrementando el gasto público. No es solo cuestión de dinero, se trata de gestión.

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