Matt Stutzman es uno de los candidatos al oro en Río
Matt Stutzman es uno de los candidatos al oro en Río - REUTERS

Paralímpicos | Matt StutzmanEl arquero que no necesita brazos para lanzar las flechas

Matt Stutzman no tiene extremidades superiores, pero tampoco le hacen falta para acertar en la diana con precisión milimétrica

ENVIADO ESPECIAL A RÍO DE JANEIRO Actualizado: Guardar
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Si ya de por sí es complicado acertar en una diana a varios metros de distancia, hacerlo sin brazos se antoja imposible. Pero esa palabra nunca entró en el diccionario de Matt Stutzman, un americano que nació con malformaciones en las extremidades superiores y que lanza las flechas con sus pies, tensando la cuerda con la boca. Su forma de disparar centró todos los focos en los Juegos de Londres, donde consiguió la medalla de plata, y ayer, cuatro años después, debutó en Río con el objetivo de hacerse con el oro. «Quiero demostrar que soy el mejor», comenta el estadounidense justo antes de su estreno en el Sambódromo. No le falta razón; en muchos sentidos lo es y ostenta el récord Guinness de acertar en la diana desde mayor distancia. Lo hizo desde 283,47 metros.

El arquero nació sin brazos y, aunque él sí se ha aceptado siempre como es, sus padres no lo hicieron y le dieron en adopción cuando tenía solo cuatro meses. Su familia de acogida lo cuidó, lo trató como a uno más de sus hijos y, en vez de hacer que el mundo se adaptara a él, hizo que él se adaptara al mundo. Encargaron para él unas prótesis que nunca utilizaba. Las tenía, pero usaba los pies para todo. Aprendió así a desenvolverse por sí mismo y bien pronto comenzó a ayudar a sus hermanos en las tareas de la granja en la que vivían. Le gustaba la caza y a los 16 años compró su primer arco, lo que marcó el inicio de una carrera que no esperaba.

Agradece a sus padres adoptivos que fueran tan pacientes con él como para hacerle ver lo fuerte que podía llegar a ser su mente y que no sirve de nada lamentarse por lo que uno no tiene, una lección que ahora intenta transmitir a sus tres hijos. «Cuando me di cuenta de que mis brazos no iban a crecer supe que eso no podía frenar mis esfuerzos para alcanzar todos los objetivos que me propusiera», explica. Uno de ellos era convertirse en el mejor arquero del mundo, un «sueño» que hizo realidad con aquella flecha que lanzó en diciembre del año pasado desde casi 300 metros de distancia.

Un reto tras otro

Stutzman tenía casi tanta ilusión como por ponerse al frente de un coche. Amante del mundo del motor, siempre quiso sentir en sus propias carnes la sensación de conducir, pero el sistema americano se lo impedía al considerarlo un discapacitado. Esa batalla también la ganó y hoy lleva a sus hijos cada día al colegio. Tiene un coche que alcanza los 320 km/h en el que maneja sin problemas el volante y cambia las marchas con los pies. Otro reto cumplido.

Y ahora en Río el objetivo es bien diferente. Tras quedarse a las puertas de la gloria en Londres, acude a la ciudad carioca con esperanzas de hacer sonar el himno de su país, aunque es consciente de que ya no será tan fácil. «Hace cuatro años nadie me conocía y podía ir a probar, pero esta vez es diferente. Aquí quiero demostrar que puedo ser el mejor y ganar el oro». Es el favorito. Sus pies lo son.

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