Pep Guardiola, técnico del Bayern y ex del Barcelona
Pep Guardiola, técnico del Bayern y ex del Barcelona - EFE
Champions | Barcelona-Bayern

Pep Guardiola se aísla en el Tibidabo

El técnico preparó su esperado regreso al Camp Nou lejos del bullicio de la ciudad

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Es imposible no amar al fútbol, un deporte capaz de reunir los sentimientos más primarios con los más profundos sobre un terreno de juego. Así será esta noche en el Camp Nou, donde Barça y Bayern de Múnich comienzan a jugarse el billete para la final de Berlín en un encuentro que supone el regreso por primera vez de Pep Guardiola a la que fue su casa durante 30 años. «No es un partido normal para mí, es muy especial y afloran muchos recuerdos», decía emocionado en la sala de prensa del Camp Nou, un lugar que conoce a la perfección. «Aquí tenéis a vuestro y nuestro entrenador», le había introducido el jefe de prensa del Bayern. No hay mejor definición.

Pep, querido enemigo.

Vestido con un jersey rojo del equipo alemán, Pep tardó en sentarse en su sitio en la sala de prensa. Oteó el horizonte, rebosante de periodistas, en busca de caras amigas. Las encontró rápidamente y esbozó su primera sonrisa. Un lobo con piel de cordero, porque su condición de socio del Barcelona no le va a nublar el juicio. « He venido a hacer mi trabajo, a ganar, no a recibir un homenaje», aclaró. No le será fácil gestionar las emociones al hoy técnico del Bayern. El club ha decidido no rendirle ningún homenaje, pero se espera que el Camp Nou le brinde una enorme ovación al mejor entrenador que ha disfrutado nunca. «El recibimiento será bueno, siempre me han tratado bien en mi casa», espera Pep.

Mil historias en el recuerdo

Una vez solventado su compromiso con la prensa, Guardiola saltó al césped del Camp Nou para dirigir el entrenamiento de su equipo. Mientras los futbolistas calentaban, agarró un balón y se puso a dar toques, echando de vez en cuando una mirada a la grada y recordando mil y una historias que ha vivido como azulgrana. «A veces, cuando salgo de trabajar llamo a mi padre y hablamos del Barça, pero ahora he venido a trabajar y a hacer el mejor partido posible», deslizó.

Guardiola ha recluido a sus hombres en un hotel situado en la falda de la montaña del Tibidabo, alejado del ruido de la ciudad. Un lugar que conoce a la perfección de su etapa en el Barça. Nada más aterrizar en el aeropuerto, se dirigió allí con toda la expedición. Bajó el primero del autobús y no hizo ninguna concesión al público que se había acercado. Estrechó la mano con el director del hotel y se dirigió a su habitación para preparar el entrenamiento. La concentración era lo más importante.

Acostumbrado a disfrutar de Leo Messi, Guardiola tiene ahora la difícil misión de frenar al fenómeno argentino. «Es imposible. Si está al nivel que intuyo que está, no hay defensa que pueda frenarlo», advirtió. Después de dos años sin pisar una sala de prensa, la «Pulga» también tomó ayer la palabra y dejó entrever que tiene una motivación especial de cara a esta eliminatoria. «Crecí y aprendí muchísimo junto a Pep, pero desde que se fue no he vuelto a hablar con él a excepción de que nos cruzamos en una gala de la FIFA, si no recuerdo mal». A buen entendedor, pocas palabras bastan.

En el Camp Nou hay mucho más en juego que unas semifinales de la Liga de Campeones. Los sentimientos también tendrán su papel y la intensidad será máxima. Hay cuentas pendientes con Guardiola.

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