Morante y Manzanares tuvieron el detalle de salir a pie para acompañar a Pepe Luis Vázquez
Morante y Manzanares tuvieron el detalle de salir a pie para acompañar a Pepe Luis Vázquez - Belén Díaz

Toreo cumbre de Morante y Manzanares en honor de Pepe Luis en Illescas

El torero de La Puebla cuaja un faenón y el alicantino indulta un toro en la reaparición de Vázquez, que dio una vuelta al ruedo

ILLESCAS Actualizado: Guardar
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A Illescas, a mitad de camino «desde Toledo a Madrid», (como en la obra de Tirso de Molina) acuden en peregrinación muchos aficionados, unidos por la ilusión del arte y la nostalgia de unas formas clásicas que ahora escasean. Vuelve a los ruedos, por una tarde José Luis Vázquez, el hijo de Pepe Luis, el genio de San Bernardo: «Me ha enredao Morante», nos decía el jueves, en ABC. Y le acompañan otros dos diestros de buen gusto, con un cartel singular. Se pone el cartel de «No Hay billetes» y asiste Mario Vargas Llosa, al que brindan los dos primeros toros, de José Vázquez. El segundo es premiado con la vuelta al ruedo; el último, con un indulto que me parece exagerado.

Morante corta dos orejas y Manzanares, trofeos simbólicos.

El 8 de septiembre de 2012, en Utrera, vi despedirse de los ruedos a este Pepe Luis Vázquez. A pesar de sus 60 años, él también parece, como su padre, un «colegial tímido de resplandor trigueño/ que los rancios saberes perpetúa y destila» (Gerardo Diego). No ha cuajado faena, sólo ha dejado detalles de ese toreo «de cristal fino, fino,/ la elegancia ignorándose de la naturaleza». Alguna vez, corre la mano con naturalidad y sencillez, dibuja un doblón. Toda la Plaza está empujándolo pero no hay opción a más. En el cuarto, complicado, pasa un momento de apuro serio, que felizmente se resuelve sin consecuencias. En los dos, mete la mano con habilidad, a la hora de matar, y recibe el cariño del público.

Morante, que ha promovido el acontecimiento, borda el toreo, en honor de Pepe Luis. El segundo toro es bueno y la faena, absolutamente extraordinaria: lo recibe con un farol, de pie; encadena verónicas y una media prodigiosa. En el quite, mece el capotillo. Levanta un clamor con cuatro doblones preciosos. Al natural, es difícil torear más lento. Veo a profesionales y buenos aficionados echarse las manos a la cabeza por lo que están contemplando. Aunque pincha una vez, antes de la estocada, corta dos orejas. Era faena de rabo y de plena consagración de un artista. En el quinto bis, la otra cara: un toro muy complicado, lidia magistral de Carretero, inhibición del matador, mitin con la espada y bronca. Los diestros de arte siempre han sido así.

En el tercero, suelto e incierto, Manzanares no logra redondear la faena y se empeña en matar en la suerte de recibir. Se desquita en el último, que embiste con gran suavidad. Después de Morante, luce otra estética, también maravillosa: cambios de mano, pases de pecho interminables, muletazos acompañando con la cadera. Todo ello, con ritmo, cadencia, empaque. Se empeña en que indulten al toro (que se raja a tablas) y, al final, lo consigue.

Illescas es famoso por sus cinco admirables Grecos. Definía Eugenio d’Ors al pintor por sus «formas que vuelan», como llamas, hacia el cielo. También han volado, esta tarde, con arte auténtico, los capotes y muletas de Morante y Manzanares. A partir de ahora, Illescas va a ser, también, ese pueblo donde se despidió, una tarde, Pepe Luis Vázquez, y dejó en herencia a Morante, con la antorcha del arte, esa gracia sevillana que, según la copla, «sale cantando».

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