Feria de Albacete: Ventura pone la fiesta y El Vellosino la quita

El rejoneador corta una oreja con fuerte petición de otra y El Juli se gana un trofeo

Diego Ventura, al violín Efe

ROSARIO PÉREZ

No era bello el sino que traían los del Vellosino: tan faltos de bravura como de clase sumieron en la decepción a la expectante plaza. Para belleza, la de la Chata en su centenario. Sus repletos tendidos auguraban bonanza en tiempos en los que otras ferias septembrinas han presentado más cemento que público. El trabajo bien hecho de los Lozano y su equipo daba sus frutos en la taquilla. Diez mil personas acudieron a un cartel bajo el marco mixto. Diego Ventura abría a caballo el duelo entre El Juli y Roca Rey, sustituto de Morante. Pero fallaron las balas de una grandona y desrazada corrida.

Del último revolucionario del rejoneo fue el primer triunfo con un buen lote de Guiomar. Ventura cinceló una obra en la que sublimó el toreo a dos pistas con «Nazarí», un corcel con la torería en sus venas. ¡Qué gozada! Con el toro en los medios, de frente, clavó con emoción. Llegaron más banderillas sobre «Fino», con el que se enroscó en redondo, se adornó y giró cual tiovivo entre el entusiasmo del personal. Como en cualquier revolución, sabía que había que inventar un final. Arrebatado y mayúsculo fue: a lomos de «Dólar», se desprendió de las riendas y puso un gran par a dos manos. La gente, en pie, se rompía las palmas. No conforme, se entretuvo en tres cortas antes del rejón de muerte, que necesitó del verduguillo. Ante tal arrolladora y lista función, se solicitaron con frenesí dos merecidas orejas, pero el usía solo concedió una entre el mosqueo del público. El pinchazo había enfriado la petición en el primero, donde «Sueño» y «Nazarí» pusieron la fiesta que luego quitarían los vellosinos de la lidia a pie.

La otra faena de premio la firmó El Juli al quinto, que se desplazó algo más en el saludo y al que exprimió su noblón fondo. Tras un bonito quite por chicuelinas, se dobló y le buscó las vueltas por ambos pitones y en distintos terrenos, con Eolo incordiando... La figura dio con la clave técnica y el temple para extraer tandas notables; más roto a veces, más vertical y abandonado en otras. Faena con el sello de la maestría. Distraído, no descolgaba este «Deseado» en la hora final y pinchó, pero se ganó un trofeo. El alto y largo segundo casi hizo honor a su nombre, «Miserable», que puso en apuros a la cuadrilla. Con la cara arriba en su medio viaje, fue misión imposible el lucimiento.

Roca Rey se entregó al máximo con el tercero, que iba y venía sin clase ni recorrido. Inteligente y valeroso, se mostró por encima del toro, con alguna tanda estupenda en la que empujó a embestir al vellosino. Pero se pasó de faena y no fue fácil darle matarile. Las de Caín pasó para enviar al otro mundo al deslucido sexto, que no ayudó nada.

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