De izquierda a derecha: Javier Gomá, autor de «Inconsolable», Fernando Cayo, protagonista de la obra y Ernesto Caballero, director de la representación
De izquierda a derecha: Javier Gomá, autor de «Inconsolable», Fernando Cayo, protagonista de la obra y Ernesto Caballero, director de la representación - ABC

Fernando Cayo lleva al teatro «Inconsolable», de Javier Gomá: «El público necesita la palabra»

Dirigido por Ernesto Caballero, el actor interpreta el monólogo que supone la primera incursión teatral del filósofo

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«Todos conocéis lo que ha ocurrido: mi padre ha muerto. No estaba preparado para esto, pese a los cincuenta años que acumulo y a contar ya con cierta veteranía en el oficio de vivir». Es una de las primeras frases de «Inconsolable», el primer texto teatral del filósofo Javier Gomá, que se estrenará el próximo miércoles 28 en el teatro María Guerrero, dentro de la programación del Centro Dramático Nacional. Su responsable, Ernesto Caballero, es el director del monólogo, que interpreta Fernando Cayo.

«Es un texto muy especial –confiesa el actor–, no solo por ser el primer texto para la escena de un pensador como Gomá. Se trata de un recorrido a través de los cuarenta días posteriores al fallecimiento de su padre;el recorrido emocional que se sufre y que se vive, desde la pena y la desolación hasta el sentimiento de orfandad, y el cómo esto nos une al resto de los seres humanos.

Es algo muy particular pero tremendamente universal: todos pasamos por ese suceso. Y hay también espacio para el sentido del humor y la risa que se dispara ante la muerte en muchas ocasiones, como desahogo. Se pasa también por la ternura, por la luz... Porque el regusto que queda al final en este monólogo es la búsqueda de la luz tras pasar por esta experiencia desoladora. Es muy iluminador y esperanzador».

Javier Gomá, añade Fernando Cayo, muestra en su obra «su gusto por la palabra, precisa y rica, del castellano». También lo hace en «Inconsolable», «un texto de una riqueza y de una profundidad grandes... Pero, al mismo tiempo, y según le gusta decir a él, de una mundanidad muy especial. Es muy ligero y muy profundo al tiempo».

La palabra es una de las raíces del teatro. «Es uno de sus signos distintivos –explica el actor–; en otras manifestaciones artísticas es más difícil de encontrar; el cine o la televisión tienen una visión más naturalista de la realidad. El teatro es el espacio que ha tenido siempre la palabra. Creo que es algo necesario, y el público necesita de esa presencia;una palabra con peso, con rigor, con matices».

Aunque habla de una cuestión que apela a los sentimientos y las emociones –la muerte del padre–, «Inconsolable» apuesta por la contención. «La historia –relata Fernando Cayo– empieza casi como si fuera una conferencia, y Ernestro Caballero, a la hora de montar el monólogo, ha puesto cierto punto de distanciación casi brechtiana, en la que cada tanto se vuelve a esa especie de narración en la que el personaje cuenta su propia historia. Rememora sus sentimientos, pero no se consume en ellos, porque habla de algo ya pasado». Pero confiesa Cayo que la emoción se abre paso por entre las frases, «y cada ensayo me remueve muchas cosas por dentro. Pero entrar en el sentimiento, en la ternura, en la melancolía, en el dolor arrasador, es un espacio bonito. Es algo curador y sanativo, y más verlo en un escenario».

Los actores tienen muchas dudas a la hora de enfrentarse a un personaje, que se multiplican cuando se trata de un monólogo. «Todas esas preguntas que suelo solucionar por mi cuenta, con el trabajo previo de investigación que hago siempre, las he podido resolver con el autor;he llegado hasta recovecos muy profundos, del subconsciente incluso». Parece inevitable que surja el pudor, porque al fin y al cabo Cayo está sacando a la luz muchas intimidades. «Al principio cuando habla de ciertos conflictos con su padre, o cuando habla de su familia, lo trata de una manera poco detallada, con lo cual mi historia sirve, y no existe ese pudor de alguien que se abre en canal. Se mantiene en ese filo de la navaja en el que cada uno va a sentirse identificado. Habla de él, pero también de mí y de usted... De todos. Yo no he sentido ese pudor, porque arriba, en el escenario estoy contando la historia de un hijo, que no es Javier Gomá, ni siquiera yo. Es un ser humano en un momento de gran adversidad».

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