«El cantor de México»: kitsch con acento mexicano

Se estrena en la Zarzuela la producción de Emilio Sagi de la opereta que protagonizó Luis Mariano

Una escena de «El cantor de México» Javier del Real
Julio Bravo

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Durante casi tres décadas, desde mediados de los años cuarenta hasta finales de los sesenta, Luis Mariano fue el rey de la opereta en París y, más concretamente, en el teatro del Châtelet. Allí se estrenó en 1951 « El cantor de México », una obra con libreto de Félix Gandéra y Raymond Vincy y música de Francis López , un compositor que sería clave en la carrera de Luis Mariano. La obra resultó un gran éxito, y el propio Luis Mariano protagonizó la versión cinematográfica unos años más tarde.

En 2006, el propio Chatelet encargó a Emilio Sagi que exhumara la obra. La producción, en la que el director asturiano contó con sus colaboradores habituales -escenografía de Daniel Bianco , vestuario de Renata Schussheim , iluminación de Eduardo Bravo y coreografía de Nuria Castejón -, se estrena ahora en el teatro de La Zarzuela. Rossy de Palma -que ya estuvo en París hace una década-, José Luis Sola, Sonia de Munck, Emmanuel Faraldo, Sylvia Parejo, Luis Álvarez, Manel Esteve, Toni Marsolo y César Sánchez son los principales intérpretes. Oliver Díaz dirige a la Orquesta de la Comunidad de Madrid.

Emilio Sagi reconoce que en esta obra, al igual que ha hecho anteriormente en otros títulos, ha empleado la tijera con profusión. «Es una opereta con una música maravillosa, donde encontramos estilos muy diferentes, desde el jazz al mariachi, pero con un libreto que hoy en día apenas se puede sostener », afirma. Ha envuelto Sagi la acción en el rodaje de una película para dar un esqueleto más consistente. «Es el problema que tienen muchas zarzuelas, incluso muchas óperas; que tienen una música estupenda pero un libro muy flojo».

No tiene miedo el director asturiano a la palabra « kitsch », y asume que su montaje es precisamente eso. Un «kitsch mexicano», con muchos de los elementos tópicos y folclóricos de aquel país. Su intención -apoyado por la escenografía- ha sido crear un espectáculo lleno de colorido, «fundamentalmente divertido y entretenido, que contagie al público de energía positiva ». Y recuerda Sagi la importancia de Luis Mariano en el teatro de París en la posguerra. «Había colas de gente esperándole a la salida del teatro todos los días. Era una estrella , y representaba un teatro que para los parisinos era muy importante en aquel momento; no hay que olvidar que hacía muy pocos años que había terminado la guerra, y era un soplo de aire fresco».

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