Agentes de policía alemanes permanecen en guardia con motivo de la celebración del Festival de Ópera
Agentes de policía alemanes permanecen en guardia con motivo de la celebración del Festival de Ópera - EFE

Bayreuth, en estado de sitio

Los dispositivos de seguridad han blindado toda la ciudad durante la representación inaugural de «Parsifal»

Madrid Actualizado: Guardar
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La «verde colina» del Festival de Bayreuth asemeja este año una fortaleza en estado de sitio. Todo el recinto del Festspielhaus lo circunda una valla metálica con adicionales puestos escalonados de control, con policía y guardas inmisericordes bloqueando la entrada a toda persona carente del correspondiente justificante personal. Numerosas fuerzas de la policía patrullan por la ciudad. Las medidas preventivas de seguridad planificadas hace meses las corrobaron infaustamente los trágicos sucesos recientes en otras localidades. Por primera vez desde hace decenios quedó bloqueado completamente el tráfico rodado y por respeto a las víctimas fue suspendido el tradicional desfile previo de celebridades –muchas ni siquiera vinieron, por ejemplo, la canciller Merkel y el gobierno bávaro- y la consiguiente recepción oficial.

Visto lo visto, ¿eran «absurdas todas las medidas del dispositivo de seguridad adoptadas en torno al Festspielhaus», como proclamaba a los cuatro vientos el director escénico de la obra inaugural «Parsifal», Uwe Eric Laufenberg? Al final, la noticia -agradable noticia como tantas veces en tales situaciones de rigurosas medidas de seguridad- es que el acto se desarrolló normalmente, sin novedad.

«Parsifal» en el Cercano Oriente

Dentro de la sala había un calor pegajoso y también patrullas militares y guerra, aunque sólo ficticia, teatral. Wagner ubicó la acción de «Parsifal» en el castillo de Montsalvat, paraje fabuloso de la España gótica. Laufenberg la traslada «al Cercano Oriente, en dirección a Siria, Iraq o tal vez Jerusalén, allí donde las religiones monoteístas están enfrentadas en una sempiterna lucha irracional». Según él, «el tema nuclear de la ópera consiste en qué valor tiene para nosotros la religión. Las religiones petrificadas en sus dogmas, que han dejado de ser humanas o naturales, ya no las necesitamos». Había suspicacias de que ubicar el cenobio cristiano en Mesopotamia (aquí los caballeros del Grial son sólo monjes) y que vestir con chador y nikab a las «muchachas flor» del jardín de las delicias de Klingsor, quienes despojadas luego de su negra vestimenta seducen como odaliscas en el baño turco al guerrero occidental Parsifal, más otras veladas referencias al mundo islámico, podrían alentar posibles reacciones del fundamentalismo islámico.

El director musical Harmut Haenchen, es un partidario de la interpretación histórica.

La concepción escénica básica se remonta a los tiempos de Laufenberg como director general de la Ópera de Colonia. El decorado, la sección de un ábside eclesial, inspirado en el original del estreno de Paul von Joukowsky en 1882, con una gran pila de agua como grial y tina para los baños rituales de Amfortas, sirve con ligeras variaciones de estructura básica para los tres actos. La clarificación y apertura del escenario, sin los estrambóticos tics escénicos de otros montajes, privilegian la acústica, la acción y el canto. Parece un montaje cartesiano, con ideas claras y distintas en la dirección musical, la estructura escenográfica y la prestación actorial, aunque no siempre en la plasmación escénica.

El septuagenario y estudioso director musical Harmut Haenchen, sustituto de última hora y debutante en Bayreuth, es un partidario de la interpretación histórica. Vino con acreditadas credenciales, su propia versión de la partitura y principios directoriales analíticos y objetivos, tan diferentes de la sensible subjetividad de su predecesor Andris Nelsons. Con fluidez y transparencia casi cameralística acompañó el devenir escénico con gratificante circunspección e íntima tensión. La parte canora, a su vez, con prestaciones

Al final, aplauso generalizado, entreverado de buhs aislados para el equipo escénico

individuales y corales etéreos, fue en general netamente superior a lo que últimamente se estila en Bayreuth. Georg Zeppenfeld ofreció un grandioso Gurnemanz, contundente en la tesitura media y grave.

Si supera cierta aspereza en el fraseo y una perceptible estrechez engolada en los registros altos, arribará en día no lejano al predio de Guermenanzes legendarios, como Ludwig Weber. Klaus Florian Vogt (sobresaliente Parsifal) ahora con mayor madurez vocal, indefectiblemente evocadora de la brillantez y ligereza de su emblemático «Lohengrin» de años pasados. Lógico, siendo Parsifal su padre. Grandes y persistentes ovaciones para ellos tres. Notable también la debutante rusa Elena Pankratova, como vigorosa Kundry, con agudos intensos y penetrantes. Ryan McKinny (doliente Amfortas), Gerd Grochowski (opaco Klingsor) y K.H.Lehner (Titurel) completaron el elenco protagonista. Al final, aplauso generalizado, entreverado de buhs aislados para el equipo escénico, achacables a algunas incongruencias y fracturas circunstanciales del relato dramático.

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