Penderecki, en el Palacio de La Magdalena de Santander
Penderecki, en el Palacio de La Magdalena de Santander - J. M. Serrano

Krzysztof Penderecki inaugura el XVI Encuentro de Música y Academia en Santander

El compositor polaco trabaja en un Réquiem por las víctimas de la revolución húngara de 1956, que se estrenará en otoño en Budapest

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En junio de 1956, cuando Krzysztof Penderecki era un estudiante, sus compatriotas polacos se sublevaron en Poznan. En el mes de octubre, el levantamiento se repitió en la capital de Hungría, Budapest. Ahora, sesenta años después, el maestro de Debica se afana en poner música a la revolución húngara, por encargo del Gobierno de este país.

El compositor, uno de los grandes en activo, aprovecha los pequeños paréntesis en su apretada agenda para tratar de terminar la obra, de casi 50 minutos de duración, y que se estrenará este próximo otoño en la capital que se extiende a ambas orillas del Danubio, con motivo del aniversario del histórico episodio.

La pieza, un Réquiem por las víctimas de la sangrienta represión, tiene un significado especial para su autor, como lo tuvieron también los hechos a los que aluden las notas de su partitura.

«Todos los estudiantes polacos mandaban apoyo a la gente de Budapest. Después de que los soviéticos consiguieron parar el levantamiento, he conocido mucha gente que escapó de las represalias, y algunos han venido a Cracovia».

Pentagramas

En esta ciudad del sur de Polonia tiene Penderecki (1933) su casa de campo, con una gran colección de especies plantadas por él, que forman un arboreto y que son su principal fuente de inspiración, el lugar donde «más me gusta escribir». Pero su trabajo le obliga a viajar, y en su equipaje siempre lleva pentagramas. Como ha hecho ahora, para venir a Santander, a inaugurar el XVI Encuentro de Música y Academia. El maestro ha levantado el telón de la cita que cada verano organiza la Fundación Albéniz con un concierto en el Palacio de Festivales histórico e inédito en España, que incluyó una nueva versión del Adagio de su Sinfonía número 3, una música «muy cálida y romántica» escrita para una orquesta grande -como la Sinfónica Freixenet, que interpretó el programa inaugural- y arreglada para la ocasión, con una adaptación de los instrumentos de cuerda.

Entre ensayos, conciertos e incluso una conferencia para comentar obras suyas interpretadas por alumnos del Encuentro, el maestro polaco se concentra en terminar su nuevo Réquiem, una obra «muy conmovedora», con la parte más importante escrita en latín, aunque también incluye textos de poetas polacos sobre el levantamiento y en húngaro.

Novena sinfonía

Al margen de este encargo, Penderecki, Premio Príncipe de Asturias de las Artes en 2001, no tiene otros planes más allá de terminar su secuencia de sinfonías y llegar al número «mágico» que anhelan todos los compositores después de Beethoven. «Quiero escribir mi novena sinfonía. Estoy muy cerca. Tengo siete y media. Tengo que terminar dos para completarla» (ha compuesto ocho, aunque la sexta la dejó a medias).

Al tiempo, sigue trabajando en música de cámara -que es «la esencia de la música porque no todo el mundo puede escribirla»- y compone ópera también, de nuevo por encargo, de la Staatsoper de Viena en este caso. Y entre manos tiene asimismo el cuarteto número cuatro.

Porque el prolífico compositor -que comenzó a escribir música a los cinco años y ha creado centenares de piezas- tiene por costumbre trabajar en cuatro o cinco obras al tiempo. «Cuando normalmente te pasas ocho o diez horas al día escribiendo música, se hace muy aburrido escribir una sola pieza», confiesa Penderecki, que «nunca» se ha dedicado a una sola composición porque, entre otras cosas, «siempre» está empezando alguna nueva.

Paloma O'Shea

Estos días tiene a su disposición la casa de Santander de Paloma O'Shea, presidenta de la Fundación Albéniz, una vivienda «grande, hermosa y tranquila», que cuenta con un «excelente» piano. Pero en otras ocasiones tiene que trabajar en condiciones «bastante peores» al ser el suyo un quehacer diario, lo que por otro lado le «mantiene en forma».

De todas maneras, a sus 82 años -cumplirá 83 en noviembre-, el creador polaco no considera componer música una «obligación», sino que lo hace por devoción, para sacar lo que lleva «dentro y compartir mis ideas con otras personas», especialmente con los jóvenes, con quienes más le «gusta» trabajar. Porque además de aprender de ellos, las nuevas generaciones entienden la música de Krzyssztof Penderecki, que a lo largo de su vida ha ido evolucionando, de las vanguardias de mediados del siglo pasado hasta un estilo más clásico con el que llega a toda clase de públicos. Como el que acaba de conquistar en Santander.

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