Plácido Domingo, durante su actuación en el Teatro Real
Plácido Domingo, durante su actuación en el Teatro Real - efe

La noche triunfal de Plácido Domingo en el Teatro Real

El tenor lució anoche una presencia vocal capaz de dejar a los demás intérpretes muy en segundo plano, y una personalidad artística de altura

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Con el programa en la mano, el último espectáculo de la temporada 2014-2015 del Teatro Real se abría al peor de los pronósticos. No se había sopesado que con Plácido Domingo todo es posible, capaz de lo peor como sucedió en el último recital que aquí ofreció, y también de cosas extraordinarias como se vio anoche en un arco que fue creciendo desde la ovación de entrada al clamor final con el teatro puesto en pie.

Se escucharon fragmentos de «Andrea Chenier», de «Macbeth» y la larga escena de Giorgio Germont y Violeta, con la colaboración de Maite Alberola. Todo ello antes de que llegará la zarzuela, fuera de programa, con la dedicatoria a sus padres y hermana. Domingo luchó «la fe por el triunfo» y al lado de «Luisa Fernanda», remató una actuación cuidada en todos sus detalles: la aparente improvisada gestualidad con la que el maestro se mueve sobre el escenario, el curioso cambio de chaleco para interpretar la propina, la colaboración imprescindible de un buen director como Giuliano Carella, sólo un poco verde al enfrentarse a la zarzuela.

Domingo lució anoche una presencia vocal capaz de dejar a los demás intérpretes muy en segundo plano, y una personalidad artística de altura. Lo malo es que para llegar hasta ahí se ha construido un absurdo, un gigantesco despropósito apenas resuelto gracias al carisma de alguien capaz todavía hoy de mantener vivo el espectáculo. A Domingo hay que agradecerle esto y que la anodina temporada que ya termina haya tenido un momento digno de recordarse.

Conviene hacer historia y traer a la memoria el día en el que se anunció un programa doble con «Goyescas» y «Gianni Schicchi». No pasaría mucho tiempo antes de que se avisase que la obra de Granados se interpretaría en versión de concierto debido a un ajuste presupuestario. Luego «motivos artísticos» colocaron a Guillermo García Calvo en sustitución de Domingo que la iba a dirigir además de cantar el protagonista de la obra de Puccini. Al final razones personales le han obligado a abandonar este barco, proponiendo como compensación un recital entre ambas óperas. Tanta demolición no podía ser buena y hoy ya hay un primer damnificado que se llama música española.

Amadeo Vives que era un señor ingenioso en muchas cosas de la vida, sabio en otras, además de gran compositor escribió pensando en Granados que «las obras de puro sentimiento son las que, con más fuerza, resisten al tiempo y a sus mudanzas, las que fácilmente traspasan la moda y sus caprichos». Olvidaba que hay elementos catastróficos que superan el gusto y que si el programa inicialmente previsto obligaba a la incómoda comparación de una música de buena voluntad al lado de una obra maestra, lo que al final se ha hecho con «Goyescas» ha sido patético: una versión de concierto desangelada, con la orquesta en el foso demasiado desbocada pese a las buenas maneras de Guillermo García Calvo, el coro en escalinata en medio del escenario dispuesto a arrollar las voces, el escenario negro y feo de solemnidad, y, en él, cuatro solistas dispuestos a sobreponerse contra la desnudez espacial y el bullicio general.

El crimen a la bondad de Granados se consumó anoche con la misma alevosía con la Zitta termina clavando el puñal a Gianni Schicchi en esta producción de Los Ángeles firmada por Woody Allen. Un abigarrado e italiano dormitorio sirve de consuelo al trabajo de un reparto en el que, al margen de varios detalles de entidad a cargo del protagonista Nicola Alaimo, todo se sucede con sentido coral. «Gianni Schicchi» es un gran espectáculo, bien resuelto, ágil y coherente, que incluye detalles humorísticos ingeniosamente trabados, que se ve con agrado y que deja buen sabor de boca. El problema es el contexto: cualquier otro día habría sido algo grande, ayer sólo fue un simpático fin de fiesta a la sombra del éxito de Domingo.

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